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Día internacional de la mujer

Las mujeres rurales sufren la discriminación en primera persona

Trabajando en un mundo «en el que la mayoría son hombres», las féminas luchan a diario para hacerse un hueco en el sector y demostrar su talento, ya que deben sortear la desconfianza de algunos

La ‘manacorina’ Coloma Mascaró se dispone a dar de comer a las vacas en su finca de Porto Cristo. Maria Inmaculada Martí

Con la llegada de un representante a unas instalaciones agrícolas o ganaderas, la pregunta que se lanza siempre -o casi siempre- es la misma: «¿Dónde está el hombre que se encarga de...?». Así lo cuenta la manacorina Coloma Mascaró, quien lleva trabajando en el campo casi cincuenta años. Es ella quien le corrige y se presenta como «la persona a la que busca».

La juventud, unido a ser mujer, también pueden ser un cóctel nefasto en el mundo rural. O al menos así ha sido la experiencia de la inquera Margalida Seguí, quien fue cuestionada en medio de una reunión entre payeses. «Tú qué sabrás», le espetó un hombre, a lo que ella respondió que desde pequeña lo había vivido, de modo que sí sabía de lo que hablaba. Sus estudios como Ingeniera Agrónoma también le avalan.

Son solo dos ejemplos de discriminación que han vivido mujeres rurales que reflejan el escenario en el que viven. Trabajando en un mundo «en el que la mayoría son hombres», ellas luchan a diario para hacerse un hueco y demostrar su talento. No es en el seno de su familia, que son «obviamente» una más, sino de puertas para afuera donde deben demostrar su valía.

«Existe una cultura machista, sobre todo en la gente mayor, que debe cambiar», comienza a narrar Seguí, quien reconoce que no confían en ellas y les ponen «las cosas más difíciles». Y los pequeños cambios que se van produciendo hacia la igualdad crean a estas personas incertidumbre e inseguridad. «Hay que superar esta barrera ya», incide Seguí en referencia a esta «herencia machista» que se traslada a «todos los sectores».

En palabras de esta payesa treintañera, el 8M es un movimiento feminista que lucha en esta línea y es -dice- más que necesario.

Para Mascaró, poner en valor un día el trabajo de las mujeres no es suficiente. «La lucha no acaba con un día de manifestación, la lucha debe ser los 365 días del año», sostiene. Según esta payesa, que comenzó a trabajar en el campo con apenas 14 años, la equidad todavía está muy lejos. Y para lograrla, al menos en este sector, se deben fusionar dos aspectos: el cambio de mentalidad en los hombres y la voluntad de las mujeres.

Ambas payesas coinciden en destacar que la escasez de mujeres en el campo se debe, en gran medida, a la falta de interés de estas por este mundo. «Conozco a pocas mujeres que les guste el campo como a mí, yo soy el bicho raro», bromea Mascaró.

Margalida Seguí, en un momento del proceso de elaboración de los quesos en su finca. Cristina Ortega

Y es que se trata de un empleo que no entiende de horarios. Mascaró, por ejemplo, se levanta cada día a las seis de la mañana para ordeñar entre 140 y 170 vacas. Después da de comer a los animales (a veces es necesario coger el tractor para trasladar la comida), riega y gestiona el papeleo de la empresa. Y culmina el día ordeñando otra vez a las vacas. «Y esta rutina la hago todos los días, fines de semana y festivos incluidos», subraya. Su compañía, que dirige junto a su marido, se encarga de la venta de leche a entidades como Agama.

La rutina de Seguí es parecida. Ella, junto a su hermano, lidera la empresa familiar Son Jover Formatgeria. Esta inquera se levanta cada día a las 5.30 y arranca a trabajar sobre las ocho. Y sus tareas son múltiples: desde la elaboración del queso, a la comercialización del producto y la gestión administrativa de la compañía. «Y cuando es temporada también recojo almendras, trabajo arando,...», enumera Seguí que, pese a no querer dedicarse al campo durante su juventud, la vida le ha acabado poniendo al frente de Son Jover Formatgeria. «Al final te das cuenta que quien mejor te valorará en tu trabajo eres tú misma y aquí puedo hacer lo que yo quiera», señala, al tiempo que remarca que trabajan con animales autóctonos así como con productos ecológicos.

Seguí hace hincapié en que las mujeres empresarias tienen más éxito que los hombres. «Está demostrado que las empresas agrícolas que dirigen mujeres son más rentables que las de los hombres», manifiesta.

En cuanto al camino que aún se está labrando para llegar a la igualdad real entre hombres y mujeres en el sector primario, Seguí asegura que la solución pasa por acabar con «herencias machistas» e iniciativas como la que ha lanzado la conselleria de Agricultura, Ganadería y Pesca para visibilizar a la mujer rural.

En concreto, desde la Conselleria se puso en marcha el pasado año un concurso de fotografía con la mujer rural como protagonista que posteriormente se ha culminado con un calendario.

Y para aportar su granito de arena con motivo del Día de la Mujer, desde la Conselleria que dirige Mae de la Concha, junto al IB-Dona, han lanzado una guía de buenas prácticas y unos vídeos en formato Tiktok protagonizados por Diabéticas Aceleradas que, en clave de humor, reivindican la igualdad real en el sector primario.

Olga Capote posa en su embarcación pesquera.

«La casa no se limpia sola»

«La baja de paternidad no son unas vacaciones pagadas», «la casa no se limpia sola» o «somos un equipo» son algunos de los lemas de esta campaña. En ella, se ahonda en que las tareas domésticas deben repartirse entre la pareja así como el cuidado de los hijos y apuntan: «El empoderamiento femenino también pasa por tener tiempo para el ocio».

En cuanto a la deseada conciliación, esta guía tira de las orejas a las empresas para acabar con la brecha salarial. Se destacan tres ‘gestos’: reuniones a primera hora de la mañana, teletrabajo y flexibilidad.

Asimismo, la discriminación de la que hablaban anteriormente Mascaró y Seguí también se ve reflejada en esta campaña, que pide «igualdad» a la hora de cerrar un trato.

Y también se reclama más igualdad para el sector pesquero, donde las mujeres patronas de una embarcación solo representan un 2% (hay doce en total en Balearés). Entre ellas está Olga Capote, quien trabaja en el Port d’Alcúdia. Ante estas cifras abrumadoras, Capote asegura que falta visibilizar más este empleo, desconocido para muchas.

Su aventura en el mar comenzó hace más de una década con la sugerencia de su marido de hacerse tripulante. Él es marinero, al igual que toda su familia, y animó a su mujer a adentrarse en este mundo que ahora-dice- le apasiona. ¿Sus ventajas? «El horario y los impresionantes amaneceres». Querer es poder -comenta- y solo hace falta voluntad para lograr lo que uno se propone. Y visibilizar historias como estas también ayuda.

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