La pareja de payeses que conforman el conjunto arquitectónico levantado como homenaje ‘Als poblers que varen fer ses marjals’, según reza la placa colocada a los pies del monumento, cumple este año sus bodas de oro. El conjunto escultórico, obra de la renombrada escultora Remigia Caubet, fue inaugurado en el marco de las fiestas de Sant Antoni de 1971, como uno de los actos centrales programados con tal motivo.
Como regalo a la celebración de su cincuenta aniversario, el monumento ilustra los cupones de la ONCE del sorteo que se celebró el primero de marzo, Dia de les Illes Balears, fecha en la que también se rinde homenaje a la figura del payés y la payesa. Así lo decidió la delegación territorial de la Organización Nacional de Ciegos en Balears, que días pasados presentó el cupón en la sala de sesiones del ayuntamiento de sa Pobla por mediación de Josep Vilaseca, delegado territorial de la ONCE en Balears, y María del Carmen Soler, presidenta del consejo territorial de la organización. En el acto estuvieron presentes la presidenta del Consell de Mallorca, Catalina Cladera, y el alcalde de sa Pobla, Llorenç Gelabert.
Refiriéndose a la obra escultórica, los expertos en arte coincidieron en destacar «lo bien lograda que resulta la obra, dentro de una línea mediterránea, de precedentes greco-latinos, que además de cuidar la anatomía humana, también tiene en cuenta, con mucho acierto, la expresión corporal y de los rostros de las dos figuras».
Contemplado el monumento desde una óptica más bien romántica, se puede observar el gesto que emana, de la figura y el rostro de la mujer y del hombre, como si después de una jornada agotadora contemplaran satisfechos los resultados de su trabajo sobre la tierra de labranza. Él con la mirada dirigida hacia el pueblo, dejando descansar el caveguet sostenido con su mano izquierda, al tiempo que coloca, con un gesto de agradecimiento, su mano derecha sobre el hombro de la mujer, sentada y relajada, mientras el rostro de ella expresa un rictus propio de la satisfacción del deber cumplido.
La decisión de levantar un monumento que reconociera el esfuerzo vertido por los campesinos poblers y pobleres del pasado siglo XX en convertir las áridas e inhóspitas tierras de sus marjals en ricos y productivos vergeles, según consta en el archivo municipal, fue tomada por el Ayuntamiento en pleno en sesión ordinaria celebrada el día 5 de mayo de 1970, siendo alcalde de la villa Rafael Serra Company y secretario municipal Vicente Matas Morro.
Asimismo se consideró que «el emplazamiento ideal del mismo se encuentra en el vértice de los caminos de Son Amer y la Albufera, es decir, a las puertas mismas de Sa Marjal…» , por lo que se propuso que el técnico municipal realizara un proyecto y presupuesto para la realización de las obras necesarias a fin de transformar aquellos terrenos en una zona ajardinada donde emplazar el monumento.
En la misma sesión plenaria también se acordó «encargar a doña Remigia Caubet, escultora galardonada en el Salón de Otoño de Palma de Mallorca, la realización de un boceto, antes de su realización definitiva…».
El Ayuntamiento en pleno, previa deliberación, acordó por unanimidad aprobar en todas sus partes la propuesta de alcaldía e igualmente «que se inicie una suscripción pública, para el pago del mismo, comprometiéndose el Ayuntamiento a satisfacer la cantidad que falte hasta completar su valor».
Después de la inauguración oficial, que tuvo lugar la tarde del 16 de enero de 1971, con fecha 10 de marzo del mismo año, el consistorio pobler elevó al Ministerio de Turismo una solicitud de subvención económica que ayudara a sufragar el importe de las obras realizadas, cuyo presupuesto total ascendía a un millón setenta mil pesetas, de las que, por suscripción popular, se habían recaudado un total de doscientas cincuenta mil pesetas.
Antecedentes
La idea de dedicar un monumento a los payeses que hicieron posible las fértiles marjals pobleres, ya había sido lanzada y argumentada con todo tipo de detalles el año 1959, a través de la revista local Vialfás, en la sección ‘Perfil Quincenal’ que firmaba el abogado Jaime Gelabert Martorell con las iniciales J. G. en los números 51, 52 y 53 de la referida publicación. O sea, doce años antes de que la obra se hiciera realidad.
Gelabert proponía que «La Puebla –todos- levantara un obelisco a la memoria de aquellas generaciones que, en lo que va de siglo, convirtieron los eriales de La Puebla en un vergel…» y pedía que la obra fuera sufragada por aportaciones populares, empezando por el propio ayuntamiento. Asimismo proponía que el lugar de su colocación fuera en sitio preferente de cara al campo.
Aquella idea tuvo su buena acogida entre la población en general y del consistorio que entonces presidía Pedro Ventayol Qués, y de la misma se hicieron eco varios medios de la prensa isleña, pero tuvo que pasar más de una década para que aquella romántica idea se hiciera realidad.
El monumento se levantó en un lugar donde acababa el núcleo urbano, a la salida del pueblo, mirando hacia las marjals de la Albufera, despidiendo a los payeses que a primera hora de la mañana se dirigían a sus fincas, a través de los caminos de Son Amer o de s’Albufera y dándoles la bienvenida a su regreso al pueblo, tras una dura jornada de trabajo, divisando una silueta dibujada por las tierras de labor que se extienden en aquella llanura. Unas vistas de las que la mujer y el hombre que conforman el esbelto conjunto arquitectónico se vieron privados hace años por una espesa cortina de edificios que fueron levantados en aquella zona y que obligaron a desplazar el monumento para situarlo en el centro de una rotonda conocida como sa rotonda des monument.
