Colocar un marge prefabricado a modo de imitación falsa del estilo tradicional mallorquín responde a distintas razones, sin que quede hueco suficiente para hallar una sola positiva entre ellas. Que el despropósito tenga como escenario Sóller y el autor sea el Consell, constituye, además, una pedrada directa contra el patrimonio, la tradición y un gremio de margers al que, por lo visto, solo se le da reconocimiento de hecho teórico y no tanto de derecho efectivo. La cuestión de fondo, sin embargo, debe situarse en una gestión pública también prefabricada con peor calidad que el muro de hormigón revestido de piedra incrustada. Lo pone en evidencia la reacción de Iván Sevillano al ser cuestionado por la errática operación y suplantar con incomodidad personal la carencia de argumentos sólidos para reemplazar lo auténtico por lo falso. El principal sustento del conseller insular para decantarse por las piezas de hormigón vestidas de piedra es que con ello se ganan veinte días. Hacerlo al modo de siempre y acorde con el lugar supondría un mes de trabajo. De la forma elegida, solo diez. Un lugar eterno, como la carretera de Sóller a la salida de la boca norte del túnel, no puede perder tres semanas. Queda instalada la obra falsa y rápida porque Iván Sevillano, que no puede alegar desconocimiento profesional de lo que tiene entre manos, no se presta al cambio. Solo se ofrece la alternativa de la valla metálica que se quitó por peligrosa, una propuesta parcial para una solución reñida con la estética y la dignidad. Eso, mientras parece querer desviarse la responsabilidad sobre el ayuntamiento de Sóller que ha canalizado la indignación en relación a lo que está ocurriendo. Alguna ventaja habrá que hallar, quizás esté en el ingreso de las miserias de la gestión pública en el Patrimonio de la Humanidad de la Serra.
