Es un Sant Antoni triste, frío. Son las palabras más utilizadas en los municipios donde esta festividad es más un sentimiento que una celebración. Así, Antoni Gomila del Patronat de Sant Antoni de Manacor deja claro que aunque estos días el espíritu aflora, toca imponer el seny. De hecho, la capital del Llevant fue la primera en anular a finales de septiembre todos los concursos. «En aquel momento fue una jarra de agua fría para todos porque había cierta esperanza pero fue una decisión acertada porque así como estamos ahora, ¿qué hubiéramos hecho con las carrozas y los foguerons creados?», se pregunta Gomila, que explica que fue una decisión muy difícil de tomar y muy meditada. «No quedó más remedio que dejar a un lado el sentimiento y tomar decisiones con la cabeza», confiesa. De hecho, admite que «son momentos de anteponer la cabeza» y de celebrarlo en casa. «Ahora el sentimiento nos sale y queremos disfrutar de la fiesta pero el seny nos dice que no lo podemos hacer», resume. 

Y es que el Patronat y el Ayuntamiento tuvieron que tomar con tanta antelación esta difícil decisión porque en Manacor son muchos los implicados que trabajan desde meses antes en las creaciones que visten los foguerons y en las carrozas de las beneïdes. «Se junta mucha gente para crearlas y consideramos prudente anular los concursos», detalla.

Antoni Gomila desvela que la fuente escrita más antigua que conserva el Patronat es de 1854 y desde este año no tienen constancia de que se hubiera interrumpido la fiesta, incluso, en plena Guerra Civil y el año de la Gripe hubo dimonis y beneïdes.

«La fuente escrita más antigua que tenemos es de 1854. Documentalmente tenemos constancia desde esta fecha que no se han interrumpido las fiestas, lo que no quiere decir que anteriormente no hubiera celebraciones pero no tenemos fuentes ni orales ni escritas que nos lo corroboren pero seguro que había beneïdes y celebraciones», desvela.

Y ante el panorama que ha dejado la pandemia, desde el Patronat viven este no Sant Antoni «con resignación, cada uno en casa y celebrándolo así como uno puede». 

«Es un Sant Antoni a puerta cerrada, es difícil que no se derrame alguna que otra lagrimita», confiesa Antoni Gomila.