Las doce campanadas que anuncien la entrada del nuevo año 2021, que el reloj municipal lance a los cuatro vientos la Noche Vieja, la última de un año horrible que restará en la mente de todos los que lo han vivido, con mayor o menor tristeza y preocupación, no serán festejadas como las de años anteriores. El viejo, pero bien conservado, reloj del Ayuntamiento de sa Pobla anunciará la entrada de un nuevo año en solitario, sin que nadie aplauda su esperado anuncio de la llegada un año 2021, que todos deseamos sea mucho mejor que el que, afortunadamente, se despide.

La historia del reloj municipal de la villa de sa Pobla, no deja de ser curiosa, tanto por lo que supuso de costoso su proceso de instalación, como por las diversas fases que tuvieron que superarse para su reparación y conservación a lo largo de sus 157 años de historia.

Una vez acabadas las obras del nuevo edificio de la Casa Consistorial, el año 1823, faltaba colocar en él el reloj de la villa. Un reloj que llevaba mucho tiempo inutilizado y que no señalaba ni tocaba las horas, por lo que necesitaba ser sometido a una profunda reparación, antes de colocarlo en la torre levantada a propósito en la parte lateral izquierda del edificio de la fachada principal.

La historia sobre la idea de reparar el reloj municipal, ya había arrancado a mediados del año 1817, según cuentan las crónicas del vicario Parera, publicadas en la revista Sa Marjal de 1920, según fuentes documentales del Archivo Municipal de sa Pobla.

Ante la falta de liquidez, por parte del consistorio, para sufragar los gastos que ello comportaba, era necesario pedir autorización al Sobreintendente, petición que había sido elevada a la superioridad, mediante escrito fechado el día 1 de junio de l817: “Teniendo presente que mucho tiempo hace que el Relox de esta Villa se halla inutilizado sin tocar ni señalar las horas que necesita de recomposición, que según tienen entendido el gasto es mayor, y por lo mismo entienden ser preciso y necesario poner a noticia de esto al Muy Iltre. Superintendente de Propios y Arbitrios para que se sirva dar orden para recomponer dicho Relox.” (sic).

Esperando la respuesta de las autoridades superiores, transcurrieron dos años sin que se reparara el reloj, autorización que finalmente llegó, para que el experto relojero Antonio Marcús, lo arreglara por el importe de 65 libras. “...con pacto y condición de que si dicho Relox durante un año se descompone, deberá recomponerlo cada vez a sus costas.”

Después de aquella autorización pasarían muchos años, hasta que el año 1863 se llevaran a cabo las diferentes obras para la colocación del reloj municipal en su actual ubicación. Lo cuenta, con todo tipo de detalles el médico e historiador Bartomeu Siquier Serra, en el número 100 de la revista local Vialfás de enero de 1961.

Del referido artículo se deduce que el reloj municipal ya existía desde el año 1882, pero las obras para instalar el mismo en la torre que se eleva sobre la fachada lateral izquierda de la Casa Consistorial, según se entra, no finalizaron hasta 1863. Para llevar a cabo dichas obras el Ayuntamiento que presidía como alcalde Jaime Andreu tuvo que acordar solicitar al Gobernador de la provincia “el competente permiso para tomar 5.892 reales de déficit que resultan de las obras de la torre (…) Más se acordó pedir al mismo Sr. Gobernador igual autorización para tomar la cantidad de 4.000 reales para atender a los gastos que reporta la renovación de una parte de la Casa Consistorial, para que haga armonía y mejor gusto con la obra de la torre, como demuestra por el presupuesto que se detalla.”

El presupuesto detallaba los distintos trabajos y la adquisición del material necesario para la ejecución de las obras a efectuar, tales como una escalera de madera para subir a la torre, dos juegos de persianas, tabiques de piedra de marés, y otros conceptos, siendo las partidas más costosas, “la adquisición de una lápida de mármol para la Constitución (1.000 reales) y el remate o guarnición de la fachada y renovación del frontis (1.940 reales).”

En cuanto a lo que en el presupuesto del año 1862 y primer trimestre de 1863, se incluyen como “Gastos voluntarios de obras de nueva construcción” aparecen los siguientes libramientos: 6.000 reales a Jaime Socías por razón de la primera parte y segunda de la obra de la torre, más 1.928 reales por razón del completo de la misma. Otra cantidad le fue pagada, en septiembre del mismo año, al mencionado Jaime Socías, por importe de 3.964 reales en concepto del último plazo de las obras de la torre. En julio de 1863, figura el pago de 7.040 reales al relojero Miguel Font “por razón de un reloj para el servicio público.”

Además de aquellos gastos, con fecha 1 de octubre de 1863 fueron libradas y satisfechas otras partidas derivadas de la instalación definitiva del reloj, como por ejemplo trabajos de carpintería, herrería y albañilería. Por otra parte, se pagaron 276 reales a “Vda. de Antonio Vives por razón de construir la esfera del reloj” y otra partida de 120 reales a “José Balaguer y Bosch, pintor por razón de pintar la antedicha esfera.”

Sigue comentando Siquier en su artículo que “Dicho reloj y fachada correspondiente permanecieron invariables (sic) hasta el año 1900, en cuya fecha una cosa y otra fueron renovadas”. Según se desprende de las actas del consistorio, la campana se quebró, motivo por el que se pensara en su renovación, para lo cual se convocó una subasta pública y el día 5 de junio de 1900, siendo alcalde Jaime Comas Llabrés, se acordó adjudicarla al único postor don Juan Ferrer como socio de la fábrica Fundición Mallorquina de Palma .

La renovación de la campana supuso para el Ayuntamiento un gasto de 558'75 pesetas, producto de estos conceptos: Peso de la campana nueva, 293 kilos, a 3'75 pesetas el kilo, importa la cantidad de 1.098'75 pesetas. A dicha cantidad se le dedujo el importe de 540'00 pesetas por el valor de la campana vieja (288 kilos a 1'875 pesetas el kilo).

Como anécdota cabe señalar que la campana del reloj municipal, además de tocar las horas, antiguamente realizó otras funciones para alertar a la población. En 1870, cuando el consistorio ordenó que a las 10 de la noche, la campana del reloj anunciara el toque de queda que hasta entonces habían tocado las campanas de la iglesia. Por otra parte, no ha pasado tanto tiempo y muchos mayores todavía lo recuerdan, la campana del reloj municipal, repicaba con rabia cuando se declaraba un incendio en algún domicilio del pueblo. Cuando se escuchaba 'tocar per foc', el vecindario acudía al lugar del siniestro para ayudar a sofocarlo echando cubos de agua o mediante alguna manguera, si la había; tarea en la que también participaba el camión cisterna municipal.

Ya en tiempos más recientes, las doce campanadas del reloj municipal que cada 31 de diciembre anunciaban la entrada de un nuevo año, eran celebradas por un determinado número de poblers y residentes para celebrarlo con algarabía, al tiempo que consumían las típicas doce uvas.

Después de aquellos trabajos de reparación efectuados el año 1900, el reloj municipal ha sido sometido a diversos trabajos de mejora o acondicionamiento que se hicieron necesarios a lo largo de los años, entre ellos la automatización eléctrica de su maquinaria.

Una de las revisiones de mantenimiento llevadas a cabo data de 1970 y por allá mediados de la década de los 80. El reloj municipal había entrado en una fase de serio deterioro que afectaba a su correcto funcionamiento, y que culminaron en su absoluta paralización. Ante tal situación, determinados profesionales del sector relojero pobler establecieron contacto con el relojero de Pollença, cualificado experto en el tema César Samarini, que ya había intervenido con éxito en la revisión del reloj del Ayuntamiento de su villa. Las gestiones fructificaron a través de la regidora del Ayuntamiento pobler Antònia Soler.

En opinión del citado relojero, la causa de la avería del reloj era el estado de extrema suciedad de su maquinaria, nada extraño si se tiene en cuenta que durante tres lustros no había sido sometido a ninguna revisión de mantenimiento. El reloj fue desmontado pieza por pieza por Samarini, con la ayuda de los empleados municipales y todas las piezas fueron trasladadas a su taller para proceder a su limpieza y reparación de las que presentaban alguna avería, hasta dejarlo en perfectas condiciones. Los trabajos, en los que se invirtieron unas ochenta horas, costaron a las arcas municipales un total de 120 mil pesetas.

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La última obra de conservación del reloj realizada se llevó a cabo el año 2013, coincidiendo con el 150 aniversario de su instalación. El Ayuntamiento que presidía como alcalde Gabriel Serra Bareló decidió encargar al artista pintor local Andreu Company la restauración completa de la esfera, que se encontraba sensiblemente deteriorada. Los trabajos, consistieron en una limpieza en profundidad de la esfera y su reparación mediante la aplicación de pasta acrílica sobre los desperfectos que presentaba la superficie de la misma, para después pintarla completamente de blanco, tapando los números romanos que marcan las horas para después repintarlos, primero dibujando el contorno y después rellenar el interior de color negro.

Para evitar que la esfera del reloj se deteriorara en breve espacio de tiempo, Company optó por utilizar una pintura conocida como cola caucho, muy resistente a los cambios de temperatura y la humedad que soporta en caso de lluvia, pues tanto la esfera como las agujas del reloj no tienen protección acristalada que les proteja de los azotes metereológicos.