Fra Pere Vallespir es el titular de la parroquia de Cala Millor, Cala Morlanda, s’Illot, sa Coma, Artà y Colònia de Sant Pere. Desde hace años gestiona la delegación de Cáritas parroquial que engloba parte del Llevant. Lleva unos meses de auténtico trajín pero con la llegada de las Navidades la presión ha ido en aumento. Y es que desde que empezó la pandemia son muchas las familias que se acercan al almacén de Cala Millor para llevarse una bolsa de comida. Y es que al tratarse de una zona mayormente hotelera, prácticamente los establecimientos no han abierto esta temporada. Así, el párroco relata que los ERTE han servido para «pagar lo esencial, aunque en muchos casos no han sido suficientes para llegar a final de mes». Además, los hoteles que habían abierto a principio de año o en verano han visto como sus perspectivas de reservas previstas no se han cumplido debido a la covid-19. Poco a poco fueron cerrando sus puertas. El panorama era desolador. Los pocos que tenían la suerte de trabajar, se quedaban sin trabajo. Por contra, las despensas de estos establecimientos se quedaban llenas. Por ello, al finalizar la temporada, muchos han donado sus productos a la delegación de Cáritas parroquial para que se encargara de distribuirla entre la gente más necesitada de la zona. Hay todo tipo de productos, desde alimentos hasta productos de limpieza o higiene personal. Tal ha sido la avalancha de solidaridad que los voluntarios, después de llenar dos almacenes habituales y el salón de catequesis de la Iglesia, se están quedando sin espacio. Para que uno se haga una idea del volumen de productos hay que tener en cuenta que semanalmente se reparten alimentos para que las familias puedan comer durante los siete días de la semana.

«El gran volumen de alimentos del sector hotelero permitirá salir adelante a muchas familias», remarcan

La demanda también se ha disparado. De la decena de familias que se atendían semanalmente se ha pasado a más de setenta, un volumen que pueden atender gracias a las donaciones recibidas, no solo de los hosteleros de la zona, que han sido «muy importantes». De hecho, Vallespir explica que muchas por cuestiones de espacio siguen en los hoteles y los voluntarios son los encargados de recoger, las recogen a medida que entregan los alimentos que llenan sus almacenes. Pero también «importantes» han sido las donaciones de personas particulares anónimas que semanalmente aportan «lo que pueden».

Así, Vallespir relata que el gran volumen de alimentos aportados por el sector hotelero permitirá salir adelante a muchas familias, no solo estas fiestas, sino algún tiempo más. «Después de Navidad, no solo esta la cuesta de enero, sino la de febrero, marzo y más porque no sabemos hasta cuando durará esta situación». Para estas Navidades, con la ayuda de las donaciones y aportaciones se ha lanzado la tradicional campaña del pollo campero. Así, cada familia recibirá uno para comérselo en estas fiestas marcadas por la pandemia.

Otra de las iniciativas que Vallespir pidió a sus feligreses es que este año en Ses Matines, ya que no podrán besar al niño Jesús, sustituyan el beso por la donación de un dulce propio de estas fiestas como turrón o mazapán para así poderlo repartir entre los más necesitados para que también puedan comer dulce en Navidad.

Un segundo almacén con los alimentos y productos donados. Biel Capó

El rector destaca la amabilidad de todos, pero también de estos hoteleros, desde Cala Morlanda, pasando por Cala Millor, Cala Rajada y la Colònia de Sant Pere, que se han preocupado de avisar antes de que caduquen los alimentos para que sean aprovechados por quienes más lo necesitan. También tiene palabras de elogio para la ONG Llevant en Marxa, que les suministra los productos sobrantes de empresas de Mallorca cómo pueden ser productos lácteos o huevos, unos alimentos que han recibido en grandes cantidades. Y es que la solidaridad, agradece Vallespir, no solo es hotelera y empresarial, también llega de particulares anónimos. Relata el caso de una feligresa jubilada que, con 560 euros de pensión, destina 50 euros de su paga a comprar productos esenciales y llevarlos a la parroquia para que sean repartidos entre quienes más lo necesitan.