Bernat Bennàssar es el autor del Betlem que, desde hace dos años monta, con la ayuda de su mujer, en la entrada de la Casa de Cultura de Felanitx. Miembro y alma de la nueva Associació de Betlemistes de Felanitx, Bennàssar combina sus clases de historia como profesor en el IES Felanitx, con esa afición de belenista, que le ha llevado a construir, él mismo, prácticamente todas las figuras, casas y demás elementos que convierten la zona de Oriente Medio en una zona propia del término de Felanitx.

A la pregunta de cómo empezó esa afición, Bennàssar responde: «Cuando mis hijos eran pequeños, con mi mujer, empecé a construir el belén en casa; poco a poco el proyecto fue creciendo en tamaño, pues se me ocurrían nuevas figuras y estampas, así que el año pasado le pedí al Ayuntamiento si podía dejarme un local, pues yo no disponía de espacio suficiente».

Y en efecto, el espacio que ocupa ese espectacular montaje es grande y ocupa una cuarta parte de la primera sala del edificio de Can Prohens, pues además de las figuras típicas de la cueva, los Reyes Magos, las casas de campo mallorquinas y algunos pastores, contiene muchos elementos curiosos propios de la cultura y tradición payesa mallorquina y de Felanitx. Así por ejemplo hay diferentes espacios dedicados a recrear un secadero de albaricoques, una vendimia, unas matanzas, un mercadillo payés, una casa de bordadoras… Todos con un sinfín de detalles en miniatura, realizados con madera y arcilla por el propio Bennàssar. «Algunas figuras, pocas, las he comprado en el mercado artesanal de la Plaza Mayor de Palma, aunque la mayoría las he construido yo mismo, pues es imposible encontrarlas. Para las maquetas de las casas me he inspirado en las del foravila de la zona, incluso una de ellas es la mía propia», añade el autor.

Los fieles escuchan el Cant de la Sibil·la. Toni Bennàssar Collado

Especial atención merecen tres lugares: la maqueta del Riuetó, un lugar muy conocido y valorado de Portocolom, la iglesia en la que los fieles escuchan el Cant de la Sibil·la y los cavallets bailando ante la cueva en la que es Sant Josep quien mece al niño. Son tantos los detalles de cada una de esas tres escenas que por sí solas ya merecerían un comentario. Así, en el Riuetó, los marineros, situados encima de las barracas o en los muelles, no llevan los pantalones de payés, pues no eran propios de la gente del mar. En la iglesia, cuyas tejas están hechas a mano una a una por Bennàssar, la Sibil·la canta ante un público sentado en los bancos, mientras las monjas parecen llegar tarde al oficio. Y en la escena de los cavallets, escondido entre las ramas, se puede descubrir una figura, a modo de homenaje a la persona que mantuvo viva esa danza típica de Felanitx durante más de veinticinco años. Y son solo unos ejemplos de los múltiples detalles de ese trabajo de artesanía que ningún felanitxer debe dejar de visitar.

Els ‘cavallets’. Toni Bennàssar Collado

Y eso no es todo, pues también son muy recomendables los belems de Joan Adrover y Llorenç Vadell, situados en sendos escaparates de la calle Mayor y Miquel Bordoy, respectivamente. No tan grandes, pero también ricos en detalles, como por ejemplo la recreación de la Timba, el terraplén que, en 1844, al derrumbarse durante la procesión del Dia del Ram, causó la muerte a 422 personas.

Preguntado Bennàssar sobre el tiempo que ha durado el montaje, contesta que: «Solamente en la Casa de Cultura, mi mujer y yo hemos invertido una semana intensa, eso sin contar las horas de trabajo en casa preparándolo».