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Lletra menuda | El alcalde enfermo no quiere estar ausente

Sobre todo en municipios de pequeña y media dimensión, el alcalde es la figura, eje coordinador o, si las cosas y la gestión se tuerce, estorbo de la administración local. La normal legal aboca a este tipo de situaciones, pero no solo eso. En los últimos tiempos se ha instalado un tipo de política municipal que todavía acentúa más este modo de hacer las cosas. Alcaldes y alcaldesas quieren estar en todas partes a cualquier hora porque han visto en ello un buen instrumento de inversión electoral.

Y claro, si la pandemia del coronavirus ha acabado impregnando y trastocándolo todo, no podía dejar de lado esa forma omnipresente de ejercer la alcaldía. Los afectados procuran buscarle rédito, aún a costa de unas décimas de fiebre y toses molestas que en conexión telemática no contagian. Un primer edil enfermo tiene la ventaja de poder ser visto de manera más benévola y complaciente por sus administrados y, en caso de apuro, él siempre podrá alegar entrega absoluta, aunque sea virtual y distante por unos días.

Los alcaldes y alcaldesas de Mallorca con vocación de imprescindibles no se dan de baja cuando la covid-19 les gobierna. Manolo Galán de Artà y Natalia Troya de Son Servera hacen lo que pueden de forma virtual y el de Petra, Salvador Femenías, va incluso más allá. Asume el papel de “pilar del pueblo” al frente del Ayuntamiento. La expresión lo dice todo, si el pilar se agrieta, todo el edificio se resiente. Así las oficinas municipales están cerradas y los funcionarios en cuarentena. Todo sea por el buen nombre, la imagen y la eficiencia del alcalde.

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