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El mal vecino que imprime carácter

Amedida que van creciendo, los pinos se convierten en árboles majestuosos y hasta de cierta elegancia. Pero, por otro lado, tienen algunos defectos que se vuelven insalvables cuanta más altura ganan, sus raices y ramas se vuelven invasivas y pierden estabilidad. Son volátiles. También es un árbol incompatible con otras especies vegetales más dóciles y discretas.

La tala de la plaza de Selva no es más que el último capítulo de lo ocurrido en muchos espacios urbanos de Mallorca, en los que siempre han proliferado pinos. Cuando se pusieron de moda a mediados del siglo pasado nadie supo calcular las consecuencias de plantar un árbol de sobras conocido. No bastaba con la lógica de decantarse por una especie autóctona. Los graves efectos secundarios han venido después.

El pino es un incordio, un mal vecino, pese al carácter mediterráneo que imprime a calles, plazas y patios de viejas escuelas. Se lo cobra demasiado caro y tiene el defecto de dividir al personal con polémicas.

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