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Lletra menuda | Cuando la inspección no ha sido inspeccionada

El naufragio de idénticas promesas anteriores aconseja situar en el rincón de la precipitación las palabras de Alfonso Rodríguez Badal ante la inauguración de la ITV móvil de Magaluf. El alcalde de Calvià puede sentirse complacido por logar estacionar las quejas que le llegaban de Paguera, pero se arriesga a quedar en un aprieto cuando pronostica el éxito de una operación que tiene demasiado trabajo para una vida útil de 10 meses, plazo muy inferior al de la construcción de la estación permanente, cuyo periodo de presentación de proyectos finaliza hoy.

El escepticismo ante lo dicho por Rodríguez Badal adquiere mayor fuerza incluso ante las afirmaciones del conseller insular de Movilidad y la misma presidenta del Consell. A Iván Sevillano y a Catalina Cladera ya les habíamos oído asegurar en más de una ocasión que se aligeraban las listas de espera. Miren el resultado achacable no solo a la pandemia.

Ayer no era el mejor día para que las autoridades se presentaran en las instalaciones, provisionales o permanentes, tanto da, de una Inspección Técnica de Vehículos. Su visita hubiera tenido mayor credibilidad serpenteando entre las dos horas de cola de la estación de Manacor o en el centro de citas con retrasos de meses. El tropiezo con la realidad es la mejor garantía de solución posible.

¿Quién ha inspeccionado de verdad a la ITV? Si alguien lo ha hecho, las posibles resultados permanecen tapados por promesas vanas. Se acumulan demasiados meses de colas y retrasos privados de fluidez. Es difícil de entender que concesionarios y Consell no se hayan afanado en serio en desatascar esta situación. El caos de las ITV es uno de estos casos claros en los que la Administración estrangula los servicios que ella misma exige. Y cuya carencia sanciona.

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