Las especiales circunstancias, que este año envuelven la tradicional celebración de Tots Sants a causa de la pandemia, invitan a volver la vista atrás para rescatar, en el recuerdo, el significado que antaño tenía este día de especial veneración a los difuntos. El culto a los muertos es un atavismo que se practica en todo el mundo, desde los primeros moradores de la tierra.

La lectura de un artículo de Jordi Soler, publicado en el número 49 (noviembre de 1996) de la revista local Sa Plaça, nos acerca con todo tipo de detalles, a recordar cuales eran las costumbres tradicionales que, en este caso los poblers, practicaban antaño por Tots Sants, algunas de las cuales todavía perduran, si bien con menor solemnidad. Y es que no hace tantos año que los agricultores poblers tenían junto al estanque un surco sembrado de crisantemos de color blanco o morado para llevar al cementerio un ramo de dichas flores el día de Tots Sants pero hoy en día el cultivo de cientos de variedades florales han terminado con esta costumbre.

Antaño en la vigilia de Tots Sants, el cementerio era un hormiguero de mujeres, provistas de sus escobas, fregonas y regaderas, dispuestas a realizar una minuciosa limpieza de las sepulturas de sus antepasados y colocar sobre sus losas ramos de flores, coronas, macetas, y encender unas velas. Todo quedaba dispuesto para que, al día siguiente, día de la solemne fiesta, todo el pueblo acudiera y desfilara por el recinto del camposanto y, en grupos familiares, visitaran uno por uno el lugar donde descansaban los restos de sus parientes y amigos más cercanos.

Es una tradición, con más o menos sentimiento, sigue viva todavía, y por tal razón, este año 2020, ha resultado un quebradero de cabeza para quienes han tenido que aplicar unas medidas restrictivas para evitar las aglomeraciones que cada año se producen en los cementerios, al tiempo que ha supuesto un problema y un profundo pesar para los ciudadanos dispuestos a cumplir con tan antigua y arraigada tradicional costumbre.

También era sagrada costumbre, el día de Tots Sants, que después de la visita al cementerio, al anochecer, toda la familia se reuniera en casa de sus mayores para rezar juntos el santo rosario,. También obligado era el rito algo más festivo, de compartir la degustación de unos buñuelos, acompañados de un sorbito de mistela. Quien sabe, si aquella costumbre de rezar el rosario fue el origen de otra tradición que hoy todavía perdura, aún que con menos ritual que antaño, como es la de regalar a los niños y niñas el conocido rosari de dulces y panellets. Antaño, el día de Tots Sants por la mañana, los pequeños, bien ataviados, iban a buscar el rosario a la casa de sus abuelos y constituía un simpático espectáculo callejero observar el desfile de aquellos niños y niñas con uno o dos rosarios colgados del cuello.

Los rosaris antiguos eran mucho más modestos, sencillos y frugales que los actuales. Estaban elaborados a base de panellets de pasta dulce, unidos de dos en dos por la base y enfilados a un hilo de randa, las separaciones entre ellos eran un dulce de chocolate o calabaza azucarada, envueltos con papel de celofán de distintos colores. Remataba el rosari una gran patena circular de carabassat que portaba pegada en su centro una estampita de colores.

La tradición de los rosaris dulces, todavía perdura actualmente y durante los días previos a la festividad de Tots Sants pueden verse expuestos en los escaparates de pastelerías y confiterías, de diversos tamaños y variedades de contenido, con precios adaptados al poder adquisitivo del comprador.