La situación del único albergue para personas sin techo de la comarca del Llevant “nos empieza a preocupar”, confiesa Noelia Hernández, la directora gerente del albergue que gestiona la Fundació Trobada y que forma parte de la red de inclusión social del Consell de Mallorca. “Nos encontramos con una lista de espera inédita hasta ahora, tenemos nuestras 25 plazas ocupadas y 26 personas que no tienen donde ir y que no pueden entrar por falta de espacio”, explica Hernández. Y es que aunque durante el estado de alarma el ayuntamiento de Manacor y el Consell habilitaron la antigua escuela rural de Sa Murtera para poder acoger a más personas sin techo, estas instalaciones ya han sido clausuradas.

La crisis económica ha agravado aún más el colapso del albergue. Dificulta que los usuarios encuentren un trabajo o un hogar y “con la situación actual todo se ralentiza, la tramitación de ayudas y subsidios es lenta, las posibilidades de encontrar trabajo son pocas y los alquileres están por las nubes, por eso la situación de vulnerabilidad de muchos de nuestros usuarios corre el peligro de cronificarse”, confiesa Hernández.

“Pensábamos que aumentarían las peticiones de entrada pero no sabíamos que nos llegaría tan rápido, si eso se mantiene durante algún tiempo tendremos que transformar los servicios que ofrecemos para poder llegar a todas las personas que lo necesitan o bien se tendrán que generar más recursos públicos para atenderlas”, lamenta la psicóloga y coordinadora de la Fundació Tobada, Aina Maria Llull.

“Nos llegan personas a la puerta del albergue que por las circunstancias que sea se han quedado sin trabajo, sin hogar y sin ayuda de familiares o amigos, también los ayuntamientos de la comarca y otras administraciones nos derivan casos”, concreta la gerente del albergue, Noelia Hernández.

“Nuestra razón de ser es garantizar un derecho tan básico como es una cama y un plato de comida, pero también acompañamos a nuestros usuarios para que puedan encontrar trabajo, hogar o para que puedan sanarse en caso de necesitar asistencia médica o terapéutica”, añade la psicóloga del centro.

“Somos una gran familia, tenemos nuestras diferencias pero nos respetamos y nos ayudamos en lo que podemos”, explica uno de los usuarios del centro que no ha querido identificarse. “Alguna gente cree que en el albergue sólo hay vagos y gente que no quiere trabajar pero se equivocan mucho, la gran mayoría de la gente que vive aquí son personas que han quedado sin trabajo en una edad avanzada o bien personas a las que se ha manifestado algún síntoma de dolencia de tipo mental”, explica el fundador del albergue de la Fundació Trobada, José L. García.

“Siguen existiendo muchos prejuicios sobre el perfil de nuestros usuarios, no es cierto que solo atendamos a inmigrantes, más de la mitad de las personas que atendemos son españolas y si hablamos de edades, la mayoría rondan los 40 o 50 años, que es la edad más complicada para poder encontrar un trabajo”, explica la responsable del centro, Noelia Hernández.

Y en cuanto al género, “también atendemos a mujeres pero tenemos menos plazas asignadas para ellas, no sé por qué llegan en menor cantidad pero personalmente creo que las mujeres lo tenemos más fácil para tejer redes y ayudarnos entre nosotras”, añade la directora gerente de la Fundació Trobada.

“No somos mendigos y no venimos aquí para que nos den de comer y pasarnos la vida aquí; la idea es estar un tiempo hasta conseguir un trabajo, poder pagar un alquiler y hacer tu vida porque aquí vives pero no haces tu vida”, concluye otro residente que también prefiere no identificarse.

Iniciativa privada

El albergue abrió sus puertas hace 28 años como una iniciativa privada. Lo fundaron los miembros de la familia de empresarios García-Prohens. “Queríamos devolver a la sociedad de Manacor y del Llevant una parte de lo que nos había dado”, explica José L. García, quien junto a su familia fundó el centro. “Con nuestro amigo fray Antoni Miró, un dominico que también impulsó el Casal de la Pau en Manacor, consultamos a diferentes administraciones sobre qué recurso social hacía falta en la comarca y concluimos que debíamos abrir el albergue”, añade.

Durante sus primeros 25 años el albergue funcionó casi únicamente con fondos privados. Fue a partir del 2017 que pasó a formar parte de la red de albergues para la inclusión social del Consell de Mallorca. Hasta ese momento el albergue solo funcionaba de noche y desde entonces también funciona como centro de día.