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La construcción del consistorio 'pobler'

El proceso de ejecución de la actual Casa de la Vila, entre 1812 y 1823, fue largo y sinuoso y estuvo plagado de inconvenientes

Imagen actual del ayuntamiento de sa Pobla, ubicado en la Plaça Major. d.m.

La Casa Consistorial de sa Pobla, que se levanta majestuosa en el extremo norte de la emblemática Plaça Major, empezó a construirse en el año 1812 y quedó definitivamente lista a finales de 1823. Fue más de una década de intensas gestiones con las autoridades superiores y constantes desvelos de los políticos locales de la época para solucionar los sucesivos problemas de financiación que se presentaban a cada paso como obstáculos.

El vicario Parera, en una serie de artículos publicados en la revista local Sa Marjal, fruto de una intensa búsqueda en los archivos municipales, cuenta detalladamente el largo proceso de la construcción de Sa Casa de la Vila, desde que se iniciara el ambicioso proyecto hasta que se viera hecho realidad.

Cuenta Parera en su primer artículo que, según fuentes orales, "la vieja Casa de la Vila estaba situada en el vértice de la Plaza que hacía esquina con la calle Misterio. Juntamente con la Sala Consistorial estaban la Curia o Juzgado que presidía el alcalde, la Botica que servía de residencia del 'Saig' (alguacil y pregonero) y de depósito de los trastos de la villa, y la prisión para encerrar en ella los que se portaban mal". Actualmente situaríamos la antigua Casa Consistorial donde se ubica la farmacia Pericás y algunas casas vecinas.

Aquella casa, según un documento de 1823, "la posee el Ayuntamiento, aunque se ignore el título, desde tiempos muy remotos". El edificio se encontraba en tan mal estado, que ya en el año 1806, los Jurats (miembros del Consistorio) tasaron las obras para su rehabilitación en ciento setenta y seis libras y cuatro sueldos, cantidad elevadísima en aquellos tiempos.

Cambio de planes

El 28 de abril de 1809 volvió a tratarse el tema de las obras, que no se realizaron, y llegado el mes de julio del mismo año gran parte del tejado se precipitó. A pesar del deplorable estado en que se encontraba la Alhóndiga y del estado ruinoso de la pescadería y carnicería, todavía pasaron dos años y medio sin que se arreglara ninguna de tales dependencias, hasta que el día 2 de diciembre el Consistorio dirigiera un escrito a las Autoridades pidiendo permiso para reedificar aquellos edificios, siendo concedido.

Ante aquella autorización para invertir tan importante cantidad de dinero, los regidores locales, con buen criterio, pensaron que resultaría más ventajoso vender aquellas casas viejas y construir un Casa Consistorial nueva y así lo resolvieron y se pusieron manos a la obra. El lugar elegido para la edificación de la nueva Casa de la Vila, fue la plazoleta situada frente a la vieja cuartera, bautizada como Plaça de la Constitució.

Las obras se realizaron a tan buen ritmo que en once semanas gastaron casi por completo las 500 libras, por lo que resolvieron solicitar permiso para sacar de los fondos municipales mil libras más.

Dado que el nuevo edificio estaría destinado a Cuartera pública y Sala Capitular, el arquitecto de la obra, Juan Sureda Villalonga, tuvo la acertada idea de levantar sobre una superficie rectangular de 254 metros cuadrados un edificio en forma de arco triunfal en el que se destinarían los bajos a cuartera, el primer piso a sala y la segunda planta a prisiones.

"Resultando un edificio esbelto y espacioso, de bellas proporciones que acredita de buen maestro que dirigió las obras", publicó en 1840 en su revista Panorama de las Islas Baleares el prestigioso cronista Antonio Furió.

El 2 de diciembre de 1814 ya se habían colocado todas las vigas de madera para sostener el tejado. Pero desde ese día se presentaron tales inconvenientes económicos que el Sobreintendente opinó que debían suspenderse las obras. Tal decisión, además de demorar el avance de las obras, entrañaba el peligro de que el envigado de madera, expuesto a las inclemencias del tiempo, sufriera un irreparable deterioro, como así ocurrió, pues las obras estuvieron paralizadas durante más de dos años.

Aclarados los problemas administrativos, el 18 de junio de 1817, la superioridad solicitó que se preguntara al maestro de obras Pere-Joan Bauzá si se comprometía a terminar las obras por la cantidad de 900 libras en que se había tasado su coste y que en caso afirmativo comenzara a realizar los trabajos. El empresario albañil Bauzá aceptó las condiciones, previo cobro de un anticipo de 300 libras que el Ayuntamiento le había ofrecido.

Una vez terminadas las obras de construcción del tejado, los regidores solicitaron permiso para construir el suelo con una amalgama de cal y grava, y colocar unos bancos de piedra alrededor del interior del edificio.

Mucho costó la construcción de la estructura exterior del edificio y dado que el Ayuntamiento disponía de escasos recursos económicos, se demoraban en el pago de la deuda contraída con el maestro albañil Bauzá, el cual, ni corto ni perezoso, se presentó ante el Superintendente a exponerle el caso. Aquel pasó una orden escrita a los regidores ordenándoles que en el plazo de tres días hicieran efectiva su deuda con el constructor, por importe de algo más de 30 libras, "pues de lo contrario tendrían que pagárselo de su propio bolsillo." A pesar de aquella tajante orden, al cabo de cuatro meses todavía persistía la deuda con el constructor.

Ante tantos problemas, los regidores de turno, que en mayo de 1820 todavía no podían utilizar la Sala nueva, llegaron a plantearse restaurar la vieja, de lo que desistieron considerando que aquello sería gastar dinero en balde. Con mejor criterio, decidieron poner a la venta el viejo inmueble y invertir el importe de la venta en la finalización de las obras del nuevo edificio. Las obras fueron adjudicadas al maestro albañil Feliu Ballester Buades, por valor de 2.475 libras.

Modificaciones

Los arcos o portales laterales de las dos fachadas, principal y trasera, que junto con los portales centrales de estilo barroco, daban al edificio forma de arco triunfal, fueron tapiados en la década de 1870, como puede apreciarse en la fotografía retrospectiva que ilustra este reportaje. Y así quedó la fachada principal y trasera hasta que entre 1987 y 1890 se reformó el edificio en sus dependencias interiores dándoles un aire más moderno. Fueron abiertos de nuevo y acristalados los cuatro arcos para dotar el zaguán de mayor luminosidad natural.

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