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Lletra menuda

Entre el descuido y el infortunio

No basta con la mera incorporación de la Serra al Patrimonio de la Humanidad

Su nombre lo dice todo. El viento duro que sirve de topónimo a la mayestática sierra mallorquina identifica primero su utilidad geográfica y después la exclusividad de un paraje que ha logrado cautivar a la fría y burocrática Unesco.

No basta con incorporar a la Serra de Tramuntana al catálogo internacional del Patrimonio de la Humanidad para abandonarla después a las malezas de la indiferencia y mera explotación turística. Nunca hemos sabido por qué se dedican tan pocos esfuerzos y medios al mantenimiento del mayor tesoro natural de Mallorca.

Hay muchas cosas impredecibles e inevitables a la vez. De entre ellas, los cap de fibló se llevan la palma. No solo eso, si tan impactante fenómeno natural golpesa en un lugar de agricultura en declive, cuidado forestal fluctuante y clima cambiante hacia los extremos, está en el escenario perfecto para dar cumplida muestra de su capacidad de devastación.

Ocurrió el sábado. Los vecinos de Banyalbufar y Port des Canonge tuvieron la primera impresión de haber estado inmersos en el desastre. Tres días después saben, según propias declaraciones, que también han sido partícipes de un milagro porque no les ha ocurrido nada más allá del daño material. El tren de Sóller tuvo la intuición de parar a tiempo y no seguir por las vías de los árboles caídos y las catenarias rotas. Quince días de parón y 200.000 euros de gastos se suman al balance negativo de una temporada turística no apta para amantes de la rentabilidad inmediata.

Entre finales de agosto y septiembre, cada año hay un desastre natural en Mallorca. Si, es el loco clima mediterráneo pero también el abandono y abuso de la tierra. ¿Hemos adquirido conciencia de ello?

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