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Lletra menuda

El subsuelo se queja de sus castigos

El verano que ayer tampoco cumplió con la tradición de apagar el foc sería todavía más anormal sin el vertido de aguas fecales en las playas. En eso, Can Pere Antoni de Palma no tiene la exclusiva, pero sí la preferencia.

Los vertidos han vuelto a aflorar esta semana en es Capellans de Muro y ahora en Monte de Oro, de Costa de la Calma, en Calvià. Es la rebelión de unas tuberías que ya no pueden aguantar más, ni siquiera en una temporada, como la actual, de contado turismo exterior pero alta concentración autóctona en el litoral. Es uno más de los efectos de la pandemia.

Los reventones de los alcantarillados dejan un doble mensaje claro. Uno, que es insuficiente para la evacuación de la presión humana que soportan, con el añadido de un mantenimiento que deja mucho que desear. Otro, que demasiado incivismo se vierte en sus tuberías. En este último episodio de la Costa de la Calma se han encontrado "muchas piedras procedentes de restos de obra". Todo queda dicho.

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