En el verano de la covid-19, las unidades policiales de playas deben controlar los aforos en los arenales y que los bañistas guarden las distancias de seguridad marcadas por las autoridades sanitarias. Capdepera es uno de los municipios que cuenta con una Unidad de Policía de Playas, una unidad que nació en 2011 con la finalidad de controlar los excesos de la venta ambulante, la música exageradamente alta o evitar la entrada de botellas de vidrio en la arena, además de vigilar y evitar cualquier exceso que pudiera cometer un bañista ebrio. Ahora, la unidad cuenta con cuatro agentes pero sus tareas de vigilancia han cambiado. Así es su día a día en la playa de Cala Agulla, un arenal que pese a ver disminuida la afluencia de turistas en este agosto marcado por el coronavirus, sí que ha notado un considerable aumento de bañistas nacionales, por ello, hay días, sobre todo en fin de semana, que a mediodía deben cerrarla por aforo completo.

Cierre de Cala Agulla por aforo completo. B.C.

Un día patrullando

A las 9:30 horas, los agentes ya han realizado las primeras inspecciones en las playas de Cala Rajada. La de Son Moll está muy tranquila este verano debido a la baja ocupación hotelera en los pocos establecimientos abiertos. En cambio, especifican, en Cala Gat el aforo permitido solo es de 64 personas debido a lo reducida que es la playa, por ello, casi a diario los agentes deben cerrarla porque el límite se completa enseguida. Ya a media mañana, los dos agentes de turno regresan a Cala Agulla. La primera parada es en la entrada de la playa. Toca revisar las neveras que los visitantes llevan para pasar la jornada playera. Amablemente, los policías recuerdan que está prohibido entrar botellas de vidrio. De hecho, como es una situación que se repite en varias ocasiones, en la entrada ya se han instalado varios contenedores para el reciclaje ya que si llevan botellas de cristal, deben arrojarlas al contenedor.

Ya a pie de playa, en este verano marcado por el coronavirus, evidentemente las infracciones más generalizadas están relacionadas en no respetar las distancias de seguridad. Aquí, la función de los agentes es pedir a los bañistas que cambien su posición para así garantizar el metro y medio reglamentario, algo que cumplen sin rechistar. Otra situación común que deben vigilar es la instalación de accesorios para resguardarse del sol. Así, se encuentran con una pareja que está a punto de colocar una pequeña tienda de campaña. La tarea del agente es informar que, si no tienen niños pequeños, no está permitido y que deberían optar por una sombrilla.

Siguiendo los pasos de la patrulla por la playa, los agentes desvelan cómo algunos bañistas asiduos a Cala Agulla agudizan su ingenio para controlar la distancia, así, delimitan su parcela de playa para pasar el día (que es de cuatro metros cuadrados por persona) de diferentes maneras. Unos optan por pequeños palos clavados en la arena mientras que otros se dedican a hacer torreones de arena con cubos de playa como si de una fortaleza del medievo, en miniatura, se tratara. Al paso de los agentes y extrañados por su presencia, la reacción de los turistas suele ser una pregunta: "¿Hay algún problema?". " No problem", responden los policías si cumplen la normativa.

Y si la venta ambulante se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza en muchas playas, los agentes celebran que, en el caso de Cala Agulla, han conseguido controlarla, además de especificar que han procedido a detener a dos personas por robos a bañistas. La música es otro de sus campos de batalla. Hace unos años se prohibía la entrada de grandes aparatos, por ello, era fácil localizarlo pero ahora, aseguran, los pequeños altavoces y un móvil consiguen el mismo ruido pero son mucho más fáciles de esconder. Otra de sus misiones es informar de las ordenanzas municipales, por lo que aseguran que la gente está informada diariamente de lo que puede o no puede hacer en la playa.

Este mes de agosto, afirman, mucha gente de Mallorca se desplaza a la playa de Cala Agulla, más de lo habitual. Asimismo, la zona de caravanas acoge a mucha gente, lo que provoca que la playa, con el aforo limitado, tenga que cerrarse, sobre todo los fines de semana. Durante sus traslados de una playa a otra, la unidad cuenta con la colaboración de los socorristas que les avisan ante cualquier incidencia o si se masificara la presencia de personas. El aforo permitido en Cala Agulla es de 3.040 personas. En caso de completarse, dos agentes de apoyo vigilan la entrada, mientras que los otros dos patrullan a pie de arena, en la zona del sistema dunar, catalogada como ANEI y el aparcamiento. Así, a medida que unos salen de la playa, dejan entrar a otro grupo con el mismo número de personas.