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Desembarco de Bayo: del relato histórico a la "materialidad"

El 16 de agosto de 1936 las tropas del capitán Bayo desembarcaban en el Llevant, hoy, 84 años después, esta efeméride está envuelta de una gran carga simbólica - En Son Coletes han localizado seis cuerpos de milicianos - "Hemos convertido las palabras en objetos, cuerpos y zanjas excavadas"

Vista aérea del cementerio de Manacor tras las excavaciones de los arqueólogos. caib

El 16 de agosto de 1936 las tropas del capitán Albert Bayo desembarcaban en la costa del Llevant. Hoy, 84 años después, esta efeméride está envuelta de una gran carga simbólica. Y es que las excavaciones en Son Coletes han sacado a la luz y han dado "materialidad" a unos hechos que solo explicaban los historiadores. "Hemos convertido las palabras en objetos, cuerpos y zanjas excavadas. Hemos pasado de un relato simbólico a algo material. Precisamente, nuestro trabajo al abrir las fosas es convertir en materialidad los hechos históricos", reconoce el arqueólogo de ATICS, Cesc Busquets. La coincidencia de fechas, con ocho décadas de diferencia, puede parecer algo anecdótico, confiesa, pero "a nivel profesional y sentimental" se vive de una manera "muy intensa". Igual ocurre, desvela, con los familiares que se acercan a Son Coletes para conocer el desarrollo de las investigaciones y confirman que fue "un gran centro de represión".

Este viernes han finalizado las tareas de exhumación en el cementerio de Manacor con un balance de 18 víctimas localizadas, de las que, como mínimo, seis serían milicianos de las tropas de Bayo ya que los restos óseos presentan vestimenta y objetos de procedencia militar como monedas, insignias o botas. Ahora el equipo de ATICS emprende los estudios antropológicos y forenses de las víctimas, lo que permitirá determinar sus características físicas y las lesiones perimortem. "Las expectativas son buenas y tenemos muchas ganas porque da mucho juego", admite Busquets, que no esconde la ilusión de haber encontrado por primera vez a los milicianos de Bayo. "A nivel profesional, habrá un antes y un después tras las excavaciones de Son Coletes", asegura el arqueólogo.

Estos estudios también permitirán saber si los milicianos localizados forman parte del primero o del segundo grupo de asesinados. Los historiadores apuntan que habría habido dos momentos de entierros masivos: los presos del 31 de agosto al 1 de septiembre y los del 4 de septiembre, que fueron milicianos y milicianas que se quedaron "sin enlace" en el momento del reembarco.

"El capitán Bayo, un aviador que había luchado en Marruecos, fue quién impulsó la expedición", recuerda el historiador Antoni Tugores, quien precisa que la madrugada del 16 de agosto de 1936 una docena de barcos llegaron a la costa del Llevant, entre Son Servera y Porto Cristo. Así, el grupo de gente que se reunió para defender la democracia y la república en Mallorca "era de lo más abigarrado y en ese sentido sabemos que se embarcaron soldados del ejército republicano junto a milicianos que provenían del Partido Socialista, de la UGT, de las Juventudes Socialistas, del Estat Català, de los comunistas del PSUC, de la CNT, del POUM, de Esquerra Catalana, de Acció Catalana y de la FAI", concreta el investigador. Además, con la expedición también desembarcaron personas de origen extranjero. "Está demostrada la presencia de bastantes rusos, polacos, franceses, italianos, alemanes y checos" y precisamente en las excavaciones de la fosa de Son Coletes han aparecido algunas insignias militares y monedas de esos países europeos.

Y es que junto a los restos de milicianos encontrados en Son Coletes, los arqueólogos hallaron un militar del bando republicano. "Pensamos que podría ser alguien del Este porque hemos encontrado una moneda rusa y una boquilla de cigarro hecha seguramente en el Este de Europa, además de insignias de infantería", determina Busquets.

Pánico en el Llevant

La mayoría de los mallorquines que vieron acercarse los barcos de la expedición republicana huyeron hacia Manacor con lo puesto. Las campanas de las iglesias cercanas a la costa "empezaron a tocar el Via Fora, que era una señal de alarma y en poco tiempo todo el mundo huyó y se refugió en casas de campo, cuevas, en refugios o se dirigió a otras poblaciones más seguras", explica el investigador Rafel Perelló, que después de décadas entrevistando a personas mayores del Llevant, el año pasado publicó el libro Els Rojos ja són aquí!, donde recoge los recuerdos de los últimos testigos vivos del desembarco republicano de 1936. Uno de sus muchos entrevistados, " l'amo en Pere Carrioner, que vivía en Son Servera, se encontraba cerca del Puig de ses Talaies, escuchó hablar catalán con acento de Barcelona y huyó despavorido", recuerda Perelló. Y es que muchos eclesiásticos y también los partidarios del golpe de estado de Franco, "explicaban que los milicianos se comerían a los niños y que se apropiarían de sus tierras y se las repartirían entre ellos". Según reconoce Antoni Tugores, hubo "un uso propagandístico de todo lo que rodeó la guerra, fueran hechos ciertos o no; lo hacían los dos bandos y muy a menudo no decían la verdad".

Los milicianos no siempre tuvieron un comportamiento ejemplar. Para el investigador que se ha encargado del estudio histórico que ha permitido encontrar los 18 cuerpos de represaliados en Son Coletes, "no hay duda que durante las primeras horas, muchos milicianos, sin haber recibido órdenes al respecto, se dedicaron al saqueo de casas y a quemar imágenes religiosas", explica Tugores. De hecho, así lo documentan varias fotografías de la época de las iglesias de Porto Cristo y de Son Carrió. "No nos consta que hubiera acciones contra religiosos o religiosas, aunque el vicario de Porto Cristo, Manuel Soto Galmés, huyó hacia Son Carrió y algunas monjas de la Caridad se vieron obligadas a trabajar de enfermeras para los expedicionarios", concreta Antoni Tugores. Aun así, "en los pueblos solo quedaron viejos y niños, muchas familias optaron por esconder a los hombres porque pensaban que los republicanos les obligarían a coger las armas y unirse a ellos. Hay testigos que estuvieron en contacto con milicianos y cuentan que les trataron bien y que fueron muy amables", detalla Perelló.

La reacción de los militares nacionales, la Guardia Civil, los miembros de la Falange y otros voluntarios partidarios de Franco "se produjo de inmediato el mismo día 16 y los republicanos nunca pudieron llegar a Manacor, aunque después sí que llegarían a Son Carrió, pero no avanzarían más", concreta el historiador especialista en la Guerra Civil y la represión franquista, Antoni Tugores. Para decantar la victoria hacia el lado de los golpistas que apoyaban al general Franco, fue decisiva la presencia del ejército italiano. "Ya el 19 llegaron tres hidroaviones que sembraron la confusión entre las tropas de Bayo, aunque al día siguiente llegaron unos cazas republicanos de Maó y les hicieron huir", concreta Tugores. Días después, el 27, "llegó a Palma el buque Morandi cargado con tres cazas desmontados y tres hidroaviones que se montaron en pocas horas y al día siguiente ya habían dejado fuera de combate los viejos hidroaviones de Bayo", añade. Y fue a partir de este momento que la guerra se desequilibró a favor de los nacionales. Para Tugores, fue decisivo que alguien pagara la presencia italiana y en ese sentido "Joan March era quien daba la cara, pero también estaba todo el oro que entregaban los mallorquines".

Últimas batallas y reembarco

"Hay versiones contradictorias, pero tanto Bayo en sus memorias como el relato franquista Historia de la Cruzada Española, dan muchos detalles de una auténtica carnicería en una emboscada que los franquistas prepararon a los milicianos", explica Tugores. Los milicianos de Bayo, procedentes de Cala Anguila llegaban a Porto Cristo, y "cuando cruzaban el riuet, que es donde se ubican los actuales amarres del puerto, les disparaban", detalla el historiador. Sobre esa emboscada "Bayo dice que hubo más de cuatrocientas víctimas pero quizás le interesaba exagerar, no lo sé", concluye Tugores.

El único frente de guerra que se registró en Mallorca "ocupó una franja de 14 kilómetros de largo y 7 de ancho" en el litoral del Llevant, concreta el historiador. En ese ámbito "entre el 16 de agosto y el 3 de septiembre hubo batallas diarias en Porto Cristo, sa Coma, Son Carrió, y hasta las puertas de Son Servera, en el Puig de sa Font o el de Son Corb", reconoce Tugores.

En ese sentido, existen fotografías hechas en las calles de Porto Cristo que muestran los efectos sobrecogedores de la guerra. Además, "los ataques de los aviones hicieron estragos y todavía hay restos del impacto de metralla en muchas casas antiguas de Porto Cristo", reconoce Perelló. De hecho, "algunos testigos que recorrieron el frente días después de las batallas "hablan de auténticos montones de cadáveres ardiendo entre Son Carrió y Porto Cristo", atestigua Perelló. Y así, ante la inferioridad de los expedicionarios comandados por Bayo, "el 3 de septiembre llegó una orden del gobierno republicano para que la expedición reembarcara y dejara Mallorca en 24 horas; consideraban que había objetivos más importantes", concluye Tugores.

Según algunos testigos, cuando se inició el reembarque, los republicanos obligaron a algunos hombres a ayudarlos en esa tarea, "fue el caso de tres o cuatro payeses que trabajaban en las fincas de Son Vives y de Poca Farina, entre Sant Llorenç y Son Servera", explica Perelló. "Según se cuenta, también fueron obligados a embarcar y llegaron a Menorca pero pudieron escapar y como había uno que se sabía guiar por las estrellas, cogieron un bote y regresaron a remo a Mallorca", añade Perelló. Y de esa hazaña surgió una glosa que se hizo popular: " De Son Vives puc contar/ que feren una pasada / l'amo en Mateu de la casa / i el fill se'n varen menar".

Cuando se ordenó el reembarco, los milicianos estaban esparcidos en diferentes puntos de la costa y "como no había buenos sistemas de comunicación, mucha gente no se enteró de la partida y se quedó en tierra", explica Tugores. "Según García Ruiz, jefe de las tropas franquistas, quedaron en Mallorca unos 220 expedicionarios y todas las personas que se capturaron fueron eliminadas; entre ellas, las cinco enfermeras de la Cruz Roja", añade Tugores.

Milicianos en varias fosas

Por eso, además de los ejecutados en el cementerio de Son Coletes, los cuerpos de otros milicianos podrían encontrarse en "varias fosas esparcidas cerca de la playa de sa Coma y en otros lugares como Cala Bona, la Torre Nova o Son Carrió", explica Antoni Tugores. Aunque el historiador reconoce que sería una tarea muy difícil "podría ser factible ubicar esas fosas". Eso sí, el autor del estudio histórico que ha permitido abrir la fosa de Son Coletes cree que en esas posibles fosas no quedarían muchos restos, "las tormentas del mar y otros factores han podido cambiar de ubicación o hecho desaparecer muchos restos". En ese sentido, "durante años han aparecido cuerpos en la playa, como documentó este periódico el 5 de junio de 1991 y en otros días sucesivos", lamenta Tugores.

Ejecuciones 39 milicianos fotografiados en la plaza de sa Bassa

El atardecer del 31 de agosto los franquistas "habían capturado 39 milicianos en el bar Can Noi de Porto Cristo. Los fotografiaron en Manacor, en la plaza de sa Bassa, les dieron de cenar y los llevaron a Son Coletes en dos camiones", explica el historiador Antoni Tugores, quien ha podido documentar los hechos con fotografías. Se sabe que todos los milicianos que no lograron reembarcar y que fueron capturados, fueron ejecutados, pero las cifras de las víctimas cambian dependiendo de las fuentes históricas.

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