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La crisis sanitaria diluye la fiesta

Ahora no existen posibilidades ni predisposición para las celebraciones populares

Para celebrar una fiesta, sea cual sea su ámbito y condición, se necesitan predisposición y posibilidades. Es evidente que en este verano de 2020 no se dan ninguna de las dos condiciones. Por eso las grandes convocatorias festivas de pueblos y barriadas caen por su propia inoportunidad.

Salta a la vista que con el mayor número de casos activos de coronavirus en Balears desde que se inició la pandemia y con un repunte de 279 contagiados en un solo día, hoteles cerrados y cerrando en agosto y los ERTE en el limbo, Mallorca no está para fiestas. Siempre existe la expectativa y la esperanza de días mejores. No tendría sentido estimular celebraciones populares cuando el avance de la covid-19 obliga al Govern a preparar nuevas medidas restrictivas.

Ahora parece que hay una crisis específica con la anulación o adulteración de fiestas patronales en lugares como Montuïri, Sencelles o Alaró. No es exactamente así. Es un efecto del calendario. Cuando se acerca la Mare de Déu d'Agost se produce la mayor concentración de festejos en la isla. Esta es la causa por la cual estos días se nota más su desconvocatoria o reducción a celebraciones estrictamente religiosas pero, en realidad, se han ido suspendiendo fiestas tradicionales desde comienzos del mes de agosto.

Dentro de este panorama no se entiende muy bien que algunos ayuntamientos hagan bandos llamando a la responsabilidad mientras por otro lado intentan salvar con calzador actos específicos. Los Cossiers de Montuïri bailarán solo para las redes sociales. ¿Tiene sentido hacerlo de esta forma en perjuicio de un puritanismo del que siempre han hecho gala y sin el calor popular? La fiesta forzada no atiende a su nombre.

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