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Donde no puede llegar la norma

Amedida que van surgiendo nuevos brotes de Covid 19, las autoridades van estableciendo normas y disposiciones de obligado cumplimiento para la población. Se hace, como es natural, con el fin de intentar domesticar la pandemia que ha trastocado nuestras vidas y evitar males mayores. No es fácil.

La norma, la disposición legal o el protocolo sanitario, puede ser bueno o malo, pero en todo caso tiene un límite de acción. No puede ir más allá de la mente y el sentido de la responsabilidad de quien debe cumplirlo. Hacer efectivas las normas de comportamiento social frente al coronavirus es una tarea inabarcable por si sola. Nada alcanzará la prevención deseada si no se consigue la complicidad plena de la ciudadanía.

Se está demostrando estos días en las abundantes fiestas furtivas que brotan por todo el territorio insular y, sobre todo, con el comportamiento y masiva presencia de la gente en las playas. No hay turistas, pero el litoral mallorquín sigue abarrotado, tanto de bañistas como de embarcaciones, lo cual, de por si, ya constituye todo un peligro que se incrementa con la actual situación sanitaria.

Es difícil que las distintas administraciones implicadas se coordinen con eficacia para poner orden y sensatez en la costa. Aún en el caso de lograrlo, el personal debe corresponder de forma adecuada.

Basta mirar qué está pasando este verano en playas de Calvià, Andratx, Santanyí o Campos, por poner solo los ejemplos más llamativos y preocupantes. Está claro que la policía de Calvià no puede dedicarse solo a controlar los 52 puntos de baño del municipio. La gente no debe desnudarse de responsabilidad al pisar la arena. Necesita pudor sanitario.

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