"Si esperamos un poco más, ya no llegaremos a tiempo". La frase es del arqueólogo Biel Llodrà, especialista en la historia y el patrimonio del castillo de Alaró, y refleja una realidad para nada optimista con respecto al presente y al futuro inmediato de la antigua fortaleza de la Serra de Tramuntana, uno de los tres castillos roquers de Mallorca y el más visitado por los isleños porque es el único de acceso libre.

El castillo se está cayendo. Está a punto de entrar en una fase de no retorno que solo puede frenar una rehabilitación urgente de sus estructuras más degradadas: las torres, las murallas y los aljibes. Una reforma que todavía no tiene fecha porque, entre otros motivos, la finca matriz del castillo sigue siendo privada y porque el Estado español, titular de las murallas, históricamente se ha desentendido de este conjunto patrimonial.

A principios del pasado año, la compra de la finca por parte del Consell de Mallorca, por 1,1 millones de euros, estuvo muy cerca de formalizarse, aunque se paralizó por las dudas existentes en la delimitación de las distintas propiedadesse paralizó por las dudas existentes en la delimitación de las distintas propiedades. Y ahora, cuando parecía que la adquisición era inminente con los fondos del impuesto turístico, la irrupción del coronavirus ha vuelto a aparcar la operación sine die, arrojando un jarro de agua fría sobre las esperanzas de acometer una reforma urgente de las antiguas construcciones que coronan el Puig de Alaró, de 822 metros de altitud, en cuya cima se disfruta de una de las panorámicas más impresionantes del Pla y la montaña.

"Degradación constante"

"Cada año nos encontramos con algunas piezas que se han caído, piedras que se mueven, vegetación que invade los restos haciendo mucho daño, al igual que la acción de las cabras", explica Biel Llodrà, que habla de "degradación constante" y avisa de que "cuanto más tiempo pase sin actuar, más difícil será la rehabilitación". Más claro, agua.

El tiempo juega en contra del castillo de Alaró, cuyos elementos históricos más representativos están a expensas de los caprichos del clima. Y es que los expertos coinciden en que un fuerte temporal de viento podría derribar en un santiamén torres y murallas que resisten desde la Edad Media. En algunos casos, la amenaza de ruina es inminente. Después llegarán las lamentaciones por la pérdida de un patrimonio único en Mallorca.

El arqueólogo Llodrà explica que los elementos históricos que más peligro de desaparición presentan están distribuidos por todo el recinto fortificado. En la entrada, la llamada torre 2 "puede caerse en cualquier momento", ya que carece de las dovelas que refuerzan el arco del portal. Asimismo, toda la muralla que mira hacia Oriente tiene un estado de conservación pésimo y la torre 3 también presenta un riesgo real de derrumbe. "Es cuestión de tiempo", advierte el técnico.

Los antiguos aljibes también son objeto de mucha preocupación. "Todos tienen una cubierta de vuelta y están así desde el siglo XIV; uno de ellos está apuntalado desde hace más de una década y la cubierta se ha asentado sobre los puntales, dificultando mucho la restauración; necesitan una intervención urgente", avisa.

A pesar del pésimo panorama, hay una construcción histórica que está peor que todas las otras: la torre de la Cova de Sant Antoni, cuyas paredes presentan numerosos orificios y "amenazan ruina inminente". Su pérdida sería irrecuperable, ya que es la torre más antigua del castillo, cuyo origen podría ser musulmán.

Una década desde la única reforma

Hasta la fecha, la única intervención de reforma realizada en el conjunto se ejecutó hace una década en el llamado 'Constipador', la Torre del Homenaje, que se mantiene en situación estable desde entonces. Fue la primera reforma seria desde el siglo XV, un siglo después de la finalización de las obras del castillo, datada en el año 1322. "Fue durante el reinado de Pere IV cuando se llevó a cabo una reforma militar, aunque los materiales usados eran de peor calidad que los originales", explica Llodrà. Desde entonces hasta nuestros días, solo están documentadas pequeñas intervenciones para arreglar los aljibes o los desperfectos causados por algún rayo sobre las torres.

Todo lo que puede verse del castillo fue levantado durante el Reino de Mallorca. No obstante, los expertos saben que una parte muy importante de la historia de la fortaleza permanece enterrada. Y es que apenas se ha excavado un uno por ciento de la superficie total del recinto amurallado, que constituye un gran yacimiento al aire libre. "Durante la excavación en un aljibe se encontró material desde los siglos VI-VII hasta nuestros días; los materiales más antiguos tienen origen bizantino", apunta el arqueólogo. También hay constancia de que hubo un asentamiento poblacional entre los siglos VIII y IX. "Los arqueólogos están muy interesados en intervenir en la zona porque no conocemos los materiales de aquella época, los siglos oscuros".

No obstante, la condición privada de la finca impide una intervención en profundidad. Hasta ahora, todas las prospecciones se centran en la zona de la hospedería, que es pública, donde los depósitos arqueológicos están muy explotados y "no aportarán mucha más información" de la ya estudiada.

La compra de la finca es imprescindible para acometer las actuaciones más urgentes. Es necesario que las instituciones consideren el castillo como un proyecto estratégico. Y el tiempo corre en contra.

Compra

La directora insular de Patrimonio del Consell, Kika Coll, lamenta que el coronavirus haya abortado la operación de compra del castillo, cuyas negociaciones estaban "muy avanzadas", tanto con la propiedad como con el Estado, con el que todavía queda pendiente delimitar la propiedad de diversas estructuras históricas y con el que se pretende llegar a un acuerdo de cesión de las murallas para acometer la reforma urgente. Coll entiende que, a pesar de que todo ha quedado "congelado" por la pandemia, cuando se reabran las conversaciones "no se empezará de cero". "A todos nos interesa que la finca sea pública", señala.