El proceso y evolución que experimenta la recogida y selección de los residuos sólidos urbanos de Mallorca resulta revelador. Es, en si mismo, todo un fenómeno y retrato sociológico. Dime cómo y dónde reciclas y te diré quién eres.
La retirada diferenciada de basuras empezó y se ha mantenido bien, hace décadas ya, en los pueblos del interior, pero ha sido escasamente significativa por escasez de peso demográfico.
Las cosas adquieren otra dimensión a partir del momento en que Manacor se ha incorporado, este mismo año, al reciclaje y ahora lo hace Calvià. Los balances de estreno son alentadores y mantienen el interrogante del por qué se ha tardado tanto. También demuestran cómo se han invertido los términos de los comportamientos humanos. Antes, la fora vila agrícola no necesitaba que nadie le incentivara el reciclaje porque le era imprescindible para su propia subsistencia y hoy en día la payesía residencial tiene serias dificultades para deshacerse de los desperdicios. Son los efectos de la Mallorca metropolitana.
Quienes viven en fora vila reclaman una retirada puerta a puerta o, en su defecto, una rebaja de tarifa. Se ha vuelto a ver ahora en las afueras de Calvià y es Capdellà. Pero hacerlo así es una cuadratura del circulo que incrementa los costes.
A medida que nos vamos concienciando de su necesidad, todos queremos un reciclaje útil, cómodo y barato, lo cual, en sentido práctico, quiere decir que no basta solo con el trabajo de la Administración. Para que estos objetivos puedan alcanzarse se vuelve imprescindible la implicación y el compromiso directo del ciudadano. No queda más remedio que ayuntamiento y vecinos trabajen codo con codo.
