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Lletra menuda

Las ruinas del desinterés

No es cierto que las piedras sean mudas. Las del castillo de Alaró hace décadas que lloran por el abandono al que están condenadas. Lo hacen en un sitio nada discreto, sobre una imponente mole que proyecta el eco de su llanto sobre el Migjorn y el Pla de Mallorca pero, ni aún sí, nadie atiende su llanto. La insonorización de los despachos del Govern, el Consell y la Delegación del Gobierno blinda la reacción a la que están obligadas las administraciones y que en algunos momentos llegaron a prometer. Fue en vano.

El castillo de Alaró no puede defenderse de la corrosiva falta de sensibilidad y capacidad de respuesta de las instituciones. En el siglo XIX pasó en dos ocasiones de titularidad pública a privada, guarda vestigios únicos, exclusivos, que los historiadores se encargan de resaltar. Nadie atiende a sus reivindicaciones.

La asociación Al Rum no puede más. Ahora reitera la vía de la denuncia pública y de la misiva directa a los despachos oficiales para ver si alguien responde de una vez por todas.

El castillo de Alaró no puede seguir esperando. En la adquisición de bienes públicos, para conservarlos y mantenerlos, también hay prioridades. Demasiadas fincas han adelantado, tanto por la derecha como por la izquierda, a la fortaleza alaronera.

Mañana será tarde. Es posible que hoy ya lo sea, pero esto no justifica la falta de reacción. Lejos del "capricho", las torres, aljibes y murallas del castillo de Alaró necesitan ser respetadas como el bien de interés cultural que son desde hace casi un siglo. Si las cosas siguen como ahora significa que las instituciones no responden pero también que tenemos un problema colectivo de valoración, respeto y culto al patrimonio público.

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