Tomar decisiones sin contemplar todos los factores que quedan afectados por ellas comporta notables riesgos y no solo eso, es un comportamiento que puede ocasionar perjuicios superiores al beneficio que se pretende alcanzar. Algo de eso le puede estar pasando al ayuntamiento de Marratxí.
Ávido de ayudar y sobre todo de contentar a los padres que tendrán dificultades para atravesar el verano toreando la conciliación familiar y las prevenciones frente al coronavirus, ha dicho que destina cien mil euros a subvencionar en su integridad la contratación de canguros por parte de las familias.
Claro, enseguida han saltado las escoletas y han acusado al Ayuntamiento de querer arruinarles el negocio y de atentar contra los principios educativos, al no velar por la socialización de unos niños que han sido los principales perjudicados del confinamiento. Hay todo un movimiento de firmas en contra de la actitud municipal.
Al igual que en tantos otros aspectos de la vida, posiblemente aquí la virtud esté también en el punto intermedio. El consistorio de Marratxí debería haber tenido en cuenta que el sol sale para todos y que el trabajo de cuidadores canguros no tiene porqué contraponerse al de las guarderías. Todo depende de la situación y necesidad de cada familia. Parece que en el comportamiento municipal ha sobrado precipitación y ha faltado visión y análisis de la realidal del conjunto.
