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En estado de alarma

Una familia sueca vive atrapada cuatro meses en Mallorca por la crisis del coronavirus

Caisa, Jimie y sus dos hijas han vivido una odisea en Sóller por el confinamiento al considerar que "la crisis era cosa de quince días"

Caisa, Jimie y sus dos hijas han emprendido el viaje de regreso a casa tras quedar atrapados en la isla debido al estado de alarma. j. mora

Ayer, al fin, se subieron al avión. Tras sentarse en los asientos asignados, una familia sueca concluyó una auténtica odisea de más de cuatro meses atrapados en Mallorca como consecuencia de la crisis sanitaria por coronavirus y la declaración de estado de alarma. Caisa, Jimie y sus hijas Ines y Felicia habían proyectado hacer el que tenía que ser el viaje de su vida en Mallorca aprovechando que Suecia concede bajas muy prolongadas tanto a la madre como al padre cuando nace un hijo. Los cuatro se unieron a la madre de uno de ellos, que ya estaba en Mallorca, una isla que conocían y de la que tenían buenas referencias.

La tormenta con la que se encontraron a su llegada el pasado 19 de enero era solo un presagio de la pesadilla que les aguardaba en Mallorca. La isla se convirtió en una trampa para un matrimonio y sus hijas en la que han tenido que residir ante la imposibilidad material de poder regresar a su país. "Llegamos un día de una gran tormenta y nuestro alojamiento era un ático en la barriada de Santa Catalina, donde viven muchos compatriotas nuestros, pero las ventanas no cerraban bien y nos entraba agua desde el techo", explica Jimie. La hija mayor tenía miedo y le dijo que parecía "una mansión fantasma".

Pronto pidieron un cambio y pasaron a un piso en el centro de Palma, "un alojamiento que disfrutamos mucho y que nos permitió adentrarnos en la ciudad". La familia no quería únicamente hacer turismo, sino también aprender la historia y la cultura local, la gastronomía y el idioma, conocer gente y vivir una experiencia auténtica. Pero mientras disfrutaban de sus primeros días en la isla la tormenta perfecta se estaba fraguando sobre ellos sin que se percataran de lo que les vendría por delante.

Su madre partió el día antes del cierre del aeropuerto y ellos tenían previsto regresar a Suecia a finales de marzo. "Como pensábamos que esta crisis era cosa de quince días optamos por quedar", explican. "No queríamos partir cuando nos surgió el primer obstáculo", dicen, y quedaron atrapados en Mallorca con un confinamiento que se iba alargando semanas y más semanas. Los vuelos con destino a Suecia y los países de alrededor se fueron cancelando y después ya no hubo posibilidad alguna de repatriación.

Entonces llegó la frustración, los problemas con el idioma a la hora de entender las normas asociadas al confinamiento, ver el ejército patrullando por la calle y no saber cómo entretener a las hijas.

Cambio de domicilio

En el piso de Palma no se encontraban bien y les faltaba espacio, así que intentaron hacer un cambio, pero no fue nada fácil porque las empresas de alquiler de viviendas vacacionales estaban cerradas y las que se mantenían en activo no querían alquilar, porque en ese momento no estaba permitido. Ante esta situación contactaron con el Consulado Sueco en Madrid, organismo que les aconsejó hacer gestiones directas con algún compatriota residente en la isla.

Mallorca cuenta con una colonia muy importante de suecos, formada por unas 5.000 personas, y también con una escuela y una iglesia en torno a la cual se respira un ambiente muy fraternal. Esa fraternidad entre compatriotas, y tras múltiples gestiones, sirvió para que al final consiguieran alquilar una casa en la zona de l'Horta de l'HortaSóller. Describen el traslado como rocambolesco, con dos taxis y un montón de documentación firmada por el cónsul que ni siquiera tuvieron que enseñar a nadie porque no encontraron ningún policía en todo el camino que separa Palma de Sóller.

Tras haber pasado esta odisea, ahora se sienten como los únicos suecos que han tenido que hacer frente a un confinamiento severo. Su país se ha distinguido por haber dado mucha libertad de movimiento a los ciudadanos y de sólo hacer recomendaciones para evitar contagios. Sin embargo Jimie quiere aclarar que se ha promovido el teletrabajo, que ha cerrado la educación secundaria y la universidad, y también muchos comercios, lo que ha provocado una lógica disminución de la movilidad.

El regreso

La aventura de este matrimonio con sus dos hijas no concluyó ayer con su marcha de Mallorca. A partir de hoy les espera otra para poder llegar a su domicilio. Ayer cogieron un vuelo desde Palma hasta Hamburgo. Después tenían que tomar un taxi hasta Travemünde, en la costa alemana, donde les espera un trayecto en ferry hasta Suecia. En Alemania la planta hotelera está cerrada, por lo que confían en que no se produzcan retrasos en el vuelo. Al llegar a Suecia aún les quedarán 600 kilómetros hasta Estocolmo, que piensan recorrer en un coche que un familiar les ha dejado en el puerto. El problema es que ahora las autoridades no dejan alejarse más de dos horas de su casa. No saben muy bien cuánto durará este viaje y si tendrán obstáculos en los posibles controles fronterizos que se vayan encontrando a lo largo de esta peripecia.

Días de turismo

Las últimas semanas en Sóller han sido -aseguran- las mejores, ya que han dispuesto de una casa en condiciones y zona ajardinada. Les prestaron una bicicleta para ir a comprar y se han relacionado con otra pareja de suecos que vive también en Sóller. Con el desconfinamiento, desde hace quince días disponían de coche de alquiler y han tenido la oportunidad de visitar Sóller, Deià y DeiàFornalutx. Explican que "ha sido un placer poder visitar todas estas zonas siendo los únicos turistas, nos sentimos un poco egoístas incluso".

Preguntados sobre si volverán a Mallorca dan un sí rotundo como respuesta. Comprenden todas las medidas de control que se han ido implementando durante el estado de alarma y explican que han visto con satisfacción cómo sus hijas se lo pasaban muy bien, porque tenían a sus padres todo el día a su plena disposición, y esto les ha tranquilizado.

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