Era demasiado bonito. El milagro natural de la regeneración de la playa de Cala Millor deja de saber a Gloria de compensación marina y comienza a parecerse a brujería acelerada con intervención humana para intereses turísticos inmediatos.
Alguien puede haber engañado a alguien. O a muchos. El poco tiempo transcurrido desde el temporal, demasiados montículos de arena en colores más parecidos a grava y los juegos de escondite que se practican desde que han comenzado a pedirse explicaciones, justifican la investigación emprendida por el GOB.
El asunto va adquiriendo una dimensión que sobrepasa lo meramente ecológico. Hay suficientes indicios para sospechar que se ha actuado en la playa al margen de responsabilidades y compromisos municipales de Sant Llorenç y Son Servera. El necesario esclarecimiento no puede descartar efectos políticos ni penales.
