"Ara els petits s'han de fer grans", reza la campaña del Govern en estos días de estado de alarma por el coronavirus. Y es que las botigues de poble han estado al pie del cañón. Desbordadas por la demanda, se han adaptado a la situación para mantener su esencia y estar al lado de sus clientes apostando por el reparto a domicilio. Pero también son muchos los residentes que han descubierto otra manera de hacer la compra: el pequeño comercio. "Tiene que haber una psicosis para que los ciudadanos aprendan a valorar lo que tenemos en el pueblo". Son palabras de Maria Matas que regenta la carnicería Ca na Micalona en Sant Joan. Su establecimiento, igual que el resto de botigues, ha visto como con el estado de alarma aumentaba su clientela. Vecinos que nunca pisaban el comercio local, ahora se han atrevido a entrar. "Había gente que ni sabía que existía una carnicería", asegura. "Te llaman y te piden si hay restricciones. Tengo de todo y si lo acabo, al día siguiente, reponemos", explica mientras desinfecta el mostrador. No usa guantes ni mascarilla. "Solo entra una persona y el cliente está a la distancia de seguridad. Eso sí, he reducido el horario de 9 a 13 horas para frenar a la gente", relata.

Can Bufalí es una tienda de comestibles que también ha optado por abrir por las mañanas. Además de limitar el aforo a diez personas, obligarles a ponerse guantes y guardar el metro de distancia, Tomeu Magí relata que la situación les ha llevado a apostar por el servicio a domicilio, sobre todo, para los mayores. "Incluso nos dicen la cantidad exacta que nos darán para pagar y así ya les llevamos el cambio en una bolsita", confiesa Magí, que admite que gracias a la crisis sanitaria las "botigues de poble han reviscolat". "Viene gente nueva, del propio pueblo que como trabajaba fuera no hacía la compra aquí y además se llevan mucha más cantidad, detalla Magí, que confiesa que han llegado a verse "desbordados". Marilen Martorell es una de las dependientas. "Conocemos a nuestros clientes de toda la vida. No tengo miedo de venir a trabajar, pero sí de si me contagiara, pasárselo a mi madre que es muy mayor". Los primeros días, "uno no sabía qué pasaba". "Venía gente y más gente. Era un boom. Ahora se ha normalizado", asegura.

Catalina Jaume regenta Can Gorreta, que también ofrece el servicio a domicilio. "Llegan clientes nuevos que ni conoces", explica. "Los primeros días notabas a la clientela asustada pero cada día nos llega género", detalla. Marga Fernández, de Ca sa Padrina, también ha apostado por el servicio a domicilio. Aunque cree que cuando termine la crisis sanitaria la gente se olvidará de ellos, lo ve como una oportunidad para demostrar que en frutas y verduras las tiendas de pueblo tiene "precios económicos". Toni Galmés es el gerente de la cooperativa. Los primeros días S'Aprop vivió escenas surrealistas. "Venía gente de otros pueblos que llamaba por teléfono a amigos y familiares para que acudieran a Sant Joan porque teníamos de todo". Tuvieron que poner limitaciones a los productos básicos. "Hay que compartir. No podía ser que los 20 primeros se lo llevaran todo y 80 se quedaran sin nada", indica. "La semana pasada fue muy fuerte", explica Galmés que como Magí confiesa que se han visto desbordados.