Las instancias formales en papel, todos sus sucedáneos o derivados y hasta la conversaciones verbales se han vuelto inoperativas y caducas para relacionarse con la Administración. Tampoco sirven para la intercomunicación entre instituciones. Ahora solo prima y resulta rentable la protesta pública y sonora. Es así porque la política se nutre en exclusiva de imagen y de mensaje breve. Nada importa hasta que no se sitúa al nivel de la repercusión y de la reacción pública.
Madrid ha vuelto a marginar a Balears en la reparación de los daños del Gloria. En Cala Rajada montan una concurrida manifestación, el alcalde de Capdepera se va al ministerio y vuelve con el compromiso de arreglo para el paseo marítimo. Cala Millor se mira ahora en este espejo y prepara nuevas manifestaciones buscando igual trato. El pleno de Manacor aprueba mociones exigiendo compromiso del Estado y se reserva acciones judiciales.
El hecho de estos comportamientos sean necesarios exige reflexión y revisión general. Las cosas deberían poder gestionarse desde la normalidad y la cordialidad. La presión constante deja mal sabor de boca.