En su afán de divulgar y promover las costumbres típicas de Mallorca, un año más, tal y como viene haciendo desde 2012, la Obra Cultural de Calvià ha llevado a cabo unas matanzas típicas mallorquinas en la finca Can Ros, propiedad de Xesc Sans, presidente de esta entidad. Estas matanzas están abiertas a cualquier persona interesada en conocer las costumbres y la cultura mallorquinas.

A las 7,30 horas de la mañana, en un día que prometía una buena meteorología, se procedía a matar el cerdo, un “porc negre mallorquí” de algo más de un año y cerca de 100 Kg. A estas horas ya había cerca de una decena de personas, entre ellas varios niños y niñas, preparados todos ellos y ellas para colaborar en las faenas.

Las primeras tareas han sido dar flamete para eliminar los pelos del cerdo y quitar la piel, rascándola, tanto con cuchillo como con piedra, con la ayuda de agua caliente.

Más tarde y ya con la presencia de más público se ha procedido al despiece del cerdo. Los más pequeños jugaban a adivinar el nombre de cada pieza. Los más expertos, que ya habían acudido en ocasiones anteriores, acertaban la mayoría, pero para saber algunas respuestsa más difíciles de adivinar tenían que preguntarle al matancer (Xisco), que ha explicado en todo momento las partes y piezas del animal y para qué se iba a emplear cada una de ellas.

Los niños eran los encargados de llevar las piezas más pequeñas a la sala de preparación, donde estaban los que iban preparando las piezas, unas para carne, otras para sobrasada, otras para botifarrones, todo ello coordinado por Xesc Sans.

Más tarde, cuando el cerdo empezaba a estar casi totalmente despedazado, llegaban las mujeres encargadas de limpiar las tripas, con agua, sal, limón y mucha paciencia, las dejaron preparadas para ir llenándolas.

Cuando el despiece esta hecho y la carne preparada, los niños y niñas eran quienes se encargaba de moler la carne para rellenar las tripas, siempre supervisados por un adulto, mientras Toni de Ses Algorges preparaba y cosía los camaiots para rellenarlos.

Mientras unos trabajaban preparando la carne para los embutidos, Joan preparaba un fuego para hacer una torrada y poder merendar, ya que el día sería largo. Cada uno de los colaboradores sabe qué puesto ocupar en la cadena de producción.

Al final todo el material de esta matanza se reparte entre los socios de la Obra Cultural de Calvià que han colaborado en las matanzas, habiendo disfrutado entre todos de un día como los de antaño, además de conseguir la labor que persiguen de mantener y divulgar sus costumbres.

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