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Entrevista

Miquel Cursach: "Sant Antoni en Artà no se puede contar, se tiene que vivir"

"Los días 16 y 17 nos enfundamos la camisa blanca y un pañuelo rojo y todos somos iguales"

Miquel Cursach posa en el salón de su casa junto a Sant Antoni y los Dimonis. biel capó

Miquel Cursach (Artà, 1964) es miembro de la Obreria de Sant Antoni d'Artà desde 1984. Tras más de tres décadas como obrer pasa el testigo a su hijo Miquel Cursach, de 24 años, convencido de que su "mirada joven" es positiva y necesaria. Y es que cuando debutó en el cargo tan solo tenía 19 años, es el más joven de la saga Cursach ya que su familia cuenta con un obrer desde 1862. Rehúye de dar consejos a su hijo que recoge el testigo: "Ha nacido con la fiesta en casa. Debe hacer su camino". De todas formas, es consciente de que hasta mañana, día grande de Sant Antoni, no notará la diferencia. Y es que en la cavalcada, Miquel Cursach volverá a participar como caballista, algo que no hace desde que tenía 19 años, un momento que recuerda como si fuera ayer. ¿El motivo? "Sant Antoni en Artà es un sentimiento".

P ¿Qué recuerda de los inicios como obrer

R Recuerdo que lo más importante fue tener el apoyo de Jaume Gil, un apasionado de la fiesta de Sant Antoni. Fue el primero que confió en mí. Era un veterano y en la acapte me preguntaba si habíamos ido a tal sitio o a tal otro. Al año siguiente le propuse hacer un plano con los recorridos y los puntos donde se debía bailar. Su respuesta fue: 'hazlo y dirígelo tú'. Tenía 20 años y confió plenamente en mi propuesta. Eso y muchas cosas más que he vivido me han llevado a tomar la decisión de retirarme. Hay que confiar en la gente nueva porque innovará. Además, es necesario.

P ¿Cómo encontró y cómo deja ahora la fiesta?

R [Risas] La fiesta no estaba tan viva. Los que hemos sido obrers durante este tiempo hemos tenido mucha suerte porque hemos encontrado unas circunstancias muy favorables. Gente y entidades que nombraré para no dejarme a nadie. La situación de la gente también ha cambiado. En los 80 en el primer ball casi no había nadie, solo los vecinos porque la gente tenía que trabajar. La situación era otra. Ahora uno puede tener libre y eso ha ayudado a que el día de la acapte vaya en auge. Lo hemos hecho lo mejor que hemos podido. Hemos intentado ser tradicionales pero hay aspectos que no queda más remedio que dejar que se cambien.

P ¿Ahora deja la obreria

R Desde 1862 en mi familia ha habido un obrer. Ha ido pasando de generación en generación hasta que ahora lo dejo en manos de mi hijo.

P Tiene un hijo y dos hijas. Con el feminismo a la orden del día, ¿ha habido presiones para que lo sea una de sus dos hijas?

R La decisión no la tomé yo. Primero de todo soy padre y no se quiere más a uno que a otro. Lo decidieron los tres hermanos. Se fueron a cenar y cuando regresaron me lo comunicaron. Mi hija mayor vive en Barcelona y si todo va según lo previsto la pequeña también se irá a Barcelona. Miquel trabaja en Artà y por las circunstancias y la implicación que conlleva preparar esta fiesta optaron por que fuera él quien se convirtiera en obrer.

P ¿Qué consejo le ha dado?

R Ninguno. Debe hacer su camino. Ha nacido con la celebración en casa. Hace muchos años que me apoya y conoce la fiesta a la perfección. No quiero decirle nada porque tiene que hacer lo que él considere porque aportará un aire y una mirada más joven. En estos momentos, uno de los obrers y un dimoni ya son de una generación más joven. Me retiro porque estoy convencido de que este aire joven será bueno para la fiesta. Si tiene que vivir lo que he vivido, es imposible medir todo lo que recibe un obrer en Artà. No se puede contar. Se tiene que vivir. Es una fiesta tan agradecida, tan fácil...

P Lleva más de 30 años como obrer

R De que en los días 16 y 17 de enero en Artà hay un pueblo. En Sant Antoni todos nos enfundamos una camisa blanca y un pañuelo rojo. Todos somos iguales, debajo de la camisa blanca hay un artanenc o artanenca.

P ¿La fiesta ha crecido tanto que se va de las manos?

R Puede venir todo el mundo pero se tiene que respetar la fiesta. Si no la entienden, que busquen a alguien del pueblo que les introducirá en la celebración. En Artà somos hospitalarios y lo tenemos que seguir siendo pero no debemos morir de fiesta. Ha habido años que el día de la acapte han sido complicados pero la gente de Artà vela por la fiesta. Sabe lo que tiene que hacer y lo que no tiene que hacer. La gente misma controla. Por ello, ya decimos es sa nostra festa.

P ¿Qué es Sant Antoni de Artà?

R 200 bailes en una mañana detrás de dos caretes. Es un sentimiento. Muchos se preguntan cómo puede ser si es la misma música. No nos cansamos porque es nuestra fiesta, nuestro sentimiento.

P Con todas las experiencias vividas, ¿puede elegir un momento?

R Me quedo con todo pero si hay que elegir, me quedo con dos momentos. Un año vino Leo Bassi y desplegó una pancarta reivindicativa dirigida al obispo pero la gente la recogió y dejó claro que 'este no es el momento'. Fue una lección de civismo y de entender la fiesta. Mientras tengamos el pueblo que tenemos en Artà, no debemos preocuparnos. Otro fue en 2017. El día 17 nevaba y no se hizo Sant Antoni en la comarca pero en Artà salieron las carrozas, en un 50% de participación, pero se hicieron, no se suspendieron. El darrer ball coincidió con la retirada de Xisco Mosca y la calle estaba llena y la cabellera del dimoni era blanca de nieve.

P ¿Y este año cómo vivirá Sant Antoni?

R La cavalcada es mi pasión. Este año volveré a salir con mi caballo. Siempre me han apasionado los caballos. Vivirlo como obrer es otra perspectiva. Desde los 19 años no he participado en la cavalcada. Hasta el momento no ha cambiado casi nada porque he hecho los mismos trabajos junto a mi hijo. El momento que cambiaré el chip, el momento que notaré el cambio será mañana por la mañana, que estaré con el caballo junto a mi hija para participar en la cavalcada y las beneïdes. Disfrutaré, estoy seguro, porque la última vez que salí tenía 19 años y lo recuerdo como si fuera ahora.

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