Los vecinos del núcleo rural de Son Negre no envidian las fiestas de Sant Antoni que se celebran en Manacor, Artà o Artàsa Pobla. En este llogaret a medio camino entre Manacor y Son Carrió, tienen sus propios dimonis y siguen celebrando Sant Antoni como antaño. "Cada uno aporta leña y lo mejor que tiene en casa, pan, botifarrons, llonganissa, orellanes, cocas dulces y saladas, ensaimadas o lo que sea; y nos lo comemos juntos en el fogueró", detalla Bel Llinàs, una de las vecinas y organizadoras del Sant Antoni que se celebra en Son Negre.

En esta pedanía, el principal punto de reunión entre los vecinos durante todo el año sigue siendo la iglesia. Concretamente después de la misa que se celebra puntualmente cada domingo a las diez. "Los trajes y las caretas de los tres dimonis ya están preparados para que los chicos y las chicas que han sido elegidos puedan ponérselos", explica quien encarna la figura de Sant Antoni, Guillem Riera. "Aquí vemos con normalidad que una mujer se vista de dimoni, el único requisito que tenemos es que para ser dimoni uno tiene que sentirse de Son Negre", añade Bàrbara Llinàs, otra de las habituales a las reuniones posteriores a la misa dominical. Unos encuentros que últimamente sirven para preparar los actos de Sant Antoni.

Completes y 'dimonis'

Las Completes son, quizás, el acto central de las fiestas de Son Negre. La capilla dedicada a Sant Antoni que amplió Mossèn Alcover, según cuentan siguiendo los consejos de Antoni Gaudí para rematar los torreones, acogerá este sábado día 18 de enero la misa y el canto de las Completes. Un acto que se volvió a celebrar en 2016 después de un vacío que duró más de 15 años. "Todos los vecinos, los que se sienten parte de Son Negre y también mucha gente de los alrededores viene hasta aquí porque es un acto tranquilo; al terminar las Completes bailan los dimonis y todo el mundo puede verlos sin empujones", confiesa Antònia Riera, que se encarga de custodiar sus trajes y caretas". Y ella misma apunta a una de las posibles claves del éxito de las Completes de este llogaret, "nuestros dimonis no se mueven de Son Negre, no van a ningún otro sitio a bailar porque queremos que la gente tenga ganas de llegar hasta aquí para verlos".

Pero como todas las fiestas de Sant Antoni que continúan vivas, las de Son Negre se han transformado. "Antes también se hacían beneïdes y además de mulas, asnos, someres y caballos, también desfilaban cuatro o cinco carrozas", recuerda a sus 91 años Llorenç Galmés, el párroco que cada domingo acude a Son Negre y abre la iglesia. Actualmente, las Beneïdes "son cosa del pasado porque antes en cada casa de campo había al menos un asno y un caballo, pero ahora tienen tractores y los bendicen en la festividad de San Cristóbal", añade el cura Llorenç Galmés. De hecho, la realidad de esta pedanía ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años. "Seguimos siendo un pueblo vivo, un barrio rural que sigue latiendo a pesar de que hayan cerrado la escuela, la tienda de comestibles, la herrería o la carpintería", defiende Guillem Mas, quien nació en Son Negre, se formó en la antigua escuela rural y sigue viviendo allí.

Y prueba de la vitalidad del Son Negre actual es el empeño de sus vecinos en mantener la capilla abierta, que es uno de sus símbolos. "Hay que arreglarla, es una de las pocas de Mallorca que está dedicada a Sant Antoni y necesita reparaciones", lamenta Mateu Mas. "Y también podrían terminar de arreglar la antigua escuela rural, que es propiedad del ayuntamiento de Manacor, para que puedan venir familias a disfrutar de todo esto", añade Bàrbara Llinàs. Mientras, Son Negre seguirá celebrando Sant Antoni, las Matines con su Sibil·la o la cena popular y el baile a la fresca en agosto. Unos festejos que unen, comparten y llenan de orgullo a sus vecinos y vecinas.

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