Nada más incómodo y disputado estos días que las dos plazas de concejal otorgadas por los electores de Marratxí a Vox. Uno mantiene la marca, a pesar de haber sido expulsado del partido y el otro vuelve al consistorio que había ignorado desde el día de toma de posesión. No hay comunicación entre ellos y sí litigios por el modo en que Vox ha retirado la confianza a Miguel Ángel Estarás y forzado la reaparición de Juan Pizarro. Así no hay forma de hacer oposición consecuente. Los líos domésticos de la formación de alto voltaje conservador inutilizan la acción de sus ediles a palos en Marratxí.
La cuestión se dirime ahora sobre el método usado por Actua-Vox para comunicar la expulsión de Estarás. Lo ha hecho mediante carta pero sin certificar la representación legal del líder firmante, Jorge Campos. El alcalde socialista, Miquel Cabot, ve deficiencias de procedimiento y mantiene la asignación de Estarás a Vox mientras no se subsanen. Es una pelea de siglas por recelo, una disputa marginal, en relación al trabajo del consistorio, pero que acaba contaminándolo y acumulando dificultades y sensaciones de malestar creciente.
