Las urbanizaciones residenciales de la costa mallorquina tienen mucho de impersonales, sobre todo en invierno. En ellas la vida y la identidad de los vecinos se vuelve más anónima y fugaz. La configuración de las propias residencias y las condiciones de su conjunto también suelen contribuir a ello.
Con tales condiciones, no resulta extraño -tampoco justificable- que se conviertan en espacio tentador para hurtos y robos. ¿Cómo espantarlos y evitarlos?
Sin dotación humana suficiente para afrontar una tarea que para resultar efectiva debe ser ardua y permanente, en la costa de Calvià el Ayuntamiento ha recurrido a las cámaras de vigilancia. Cien mil euros se destinan en el próximo presupuesto para instalarlas en El Toro y mejorar las condiciones técnicas, se supone que también la efectividad, de las ya existentes en Peguera, Santa Ponça y Magaluf.
Es el deterioro de la vida vigilada, la captación mecánica y resignada, como mal menor, de la desconfianza. Hay que instalar cámaras en la vía pública como elemento disuasor y si se da el caso, pieza de prueba para captar infractores. Por otro lado, teniendo en cuenta que las cámaras captan todo cuando se les pone por delante, constituyen una intromisión en los hábitos, necesidades y anonimato del vecino corriente.