Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La peste llegó con el estraperlo

El próximo año se cumple el 200 aniversario de la epidemia que mató a 2.419 personas en Son Servera, Artà y Capdepera

La obra escultórica 'El Pastoret' recuerda a los 'serverins' la mayor tragedia de su historia. Biel Capó

El próximo año, en el mes de mayo, se cumplirán doscientos de la terrorífica peste que asoló el Llevant de la isla. Para hacerse una idea de las dimensiones de la tragedia, basta decir que en ese año de 1820 Son Servera tenía una población censada de 1.684 habitantes. De ellos resultaron infectados 1.340 de los que fallecieron 1.040 y tan solo 300 superaron la enfermedad. Al término de la epidemia, el 1 de febrero de 1821, pudieron regresar a sus casas 644 supervivientes.

En Artà resultaron infectadas 1.643 personas de las que fallecieron 1.267, más de un tercio de su población en aquellos años (3.626 habitantes). En Capdepera sus efectos fueron menores aunque no sobrevivieron 112 de las 146 personas afectadas. El balance total de la epidemia fue de 2.419 fallecimientos sobre 3.129 infectados, lo que implica que 7,7 personas de cada 10 que enfermaron no superaron el mal.

Estos datos han sido facilitados por la doctora Isabel Moll, profesora jubilada de Historia Contempóranea de la UIB que hoy, a partir de las siete de la tarde, pronunciará la conferencia La pesta de 1820 la darrera epidèmia de pesta d'Europa en L'Espai 36 de Sant Llorenç des Cardassar en lo que será un anticipo de una serie de actos programados el año que viene con motivo de la efeméride.

"La peste llegó por la vía del contrabando a través de un barco que desembarcaba mercancías ilegales en la costa de Son Servera procedentes del norte de África donde en aquellos momentos había una epidemia", comienza la catedrática emérita.

El origen de la infección aún no está claro y posiblemente nunca se llegará a saber con certeza. Hubo un tiempo en que se barajó que el contagio lo extendió un pastor al ponerse un capote que halló en la embarcación procedente de la costa norteafricana, pero la profesora Moll lo descarta hoy en día, pese a que en Son Servera esta teoría ha alcanzado la categoría de leyenda. No en vano una obra escultórica de Eduard Servera conocida como el Pastoret continúa hoy velando por todos los serverins desde la Plaza de s'Abeurador.

"Es más probable que se infectaran las personas que transportaron unos rollos de cera desde el barco hasta el pueblo. En esa época había dos corrientes, la contagionista que pensaba que la infección se producía por contacto humano y que estaba más extendida por Europa, y la miasmática que opinaba que el origen del contagio estaba en el aire. Estaban in albis ya que hasta finales del siglo XIX no se descubrió cuál era el vector de la peste", explica la historiadora la coyuntura en esos momentos.

Ese desconocimiento explicaría el hecho de por qué, pese a que la epidemia se iniciara en Son Servera entre el 9 y el 15 de mayo de 1820 y se extendiera a Artà en torno al 24 de ese mismo mes, la Junta Provincial de Sanidad no decidiera establecer los cordones sanitarios que impidieran tanto el tráfico de personas como de mercancías hasta el 27 de mayo. Una medida que sin embargo no impidió que la epidemia se declarara posteriormente en Sant Llorenç (principios de junio) y llegara a Capdepera el 20 de junio.

"La Junta Provincial envió a su propio médico para que dirimiera una controversia que finalmente concluyó que se trataba de una enfermedad contagiosa que, aún sin saber si se trataba de peste o de algún otro tifus maligno, se denominó como peste de bubón o peste de Llevant", continúa Moll.

Vaciar el pueblo

Hubo que esperar a mediados de junio para que se adoptara un plan de aislamiento total que en Son Servera implicó el abandono total del pueblo y el acomodo de su población en tres ubicaciones diferentes: un campamento para las personas sanas, un lazareto para la enfermas y otro lugar para las afectadas por enfermedades gástricas habituales en aquellos tiempos en los meses estivales. "Fueron aislados entre sí y ubicados en lugares altos y aireados", explica la historiadora.

En Artà se procedió de la misma manera y se ubicó a los apestados en las ermitas de Santa Maria de Bellpuig y Sant Salvador y a los sanos en una zona a tres kilómetros del pueblo. Pero lo que llama la atención a la historiadora es que el Gobierno central decidiera antes de estas medidas drásticas una cuarentena obligatoria para todos los barcos procedentes de Mallorca: "Madrid estableció la cuarentena el 10 de junio y no la levantó hasta mayo de 1821, cuando precisamente se cumplía un año del inicio de la epidemia".

Afortunadamente mucho antes, en octubre de 1820, se llevaron a cabo las medidas de expurgación de las localidades afectadas (eliminación de todos los posibles focos de infección), una acción que permitió declarar erradicada la epidemia el 31 de enero de 1821 y que los serverins pudieran regresar a sus casas el 1 de febrero, efeméride que celebran desde entonces.

Compartir el artículo

stats