Vivienda deteriorada o escasa y alta migración que dispara la demanda de residencia estable constituyen una mala combinación incapaz de producir un resultado satisfactorio. En el mejor de los casos aporta una solución de urgencia que después acaba consolidando la precariedad.
Este es un fenómeno creciente en Mallorca que, a fuerza de rutinas, llega a admitirse como irreversible y natural. No lo es tanto, porque no garantiza las condiciones de hogar digno atribuibles a toda persona y que el ordenamiento jurídico español proclama pero no cuida de hacer efectivo.
A falta de vivienda posible a precio asequible, no queda más remedio que el de la imaginación, la reconversión y hasta la picaresca. Esto hace, entre otras reacciones, que locales comerciales se reconviertan en viviendas dando una salida también a tanto negocio o taller minorista anulado por franquicias, traslado de sedes y llegada de grandes superficies.
Pero una cosa es una tienda y otra una casa. La mutación necesita un proceso material y legal. Mientras en Palma se pide, casi a gritos ya, que se posibilite y regule la transformación de locales comerciales en viviendas, en Felanitx se emprende una cruzada necesaria para controlar y, si se da el caso, sancionar el pillaje del comercio en desuso hecho habitáculo. No es el único municipio importante de la zona sujeto a esta degradación social, pero sí el primero que intenta definirlo y controlarlo.
