Cada pueblo del Pla se ha espabilado como ha podido para procurarse el imprescindible suministro de agua. Hay que reconocer al azar y a los acuíferos el haber jugado a su favor y al de las autoridades que debían garantizar el servicio y lo han dejado todo a merced de la fuente natural.
Ya no se puede tentar más a la suerte. El clima cambia, los niveles de agua bajan, los nitratos aumentan y la demografía se expande. El agua deja de ser un bien de uso para colectividades próximas para asumir la realidad de servicio con garantía pública.
El Govern se decide, por fin, a conectar el canal procedente de sa Costera y las desaladoras con el suministro de agua potable a Petra y Ariany. De paso, el acuífero de sa Marineta, fracasado hace décadas para la explotación agrícola, tendrá, de una vez por todas, utilidad y vida propia.
Todo lo dicho es también una estación intermedia para aliviar un día al Manacor inundado de nitratos. Uno acaba bebiendo y lavándose con lo que tiene porque no puede prescindir de ello, lo cual no significa que lo haga con garantía de salubridad. Así están las cañerías de Mallorca.