El espectáculo taurino ha migrado de los ruedos para degradarse en capeas de poca monta en el exterior de la plaza. Las protagonizan, con artes desiguales, taurinos y antitaurinos con unos comportamientos que, en la mayoría de los casos, constituyen una estocada a la convivencia y a la legalidad.
Hoy, en el sentido menos taurino del término, hay mayor afán en lidiar la legalidad. Los antitaurinos procuran echar un capote a la norma establecida y los taurinos buscan el modo de clavarle banderillas para amansarla. Campanilla cuela como festival permisivo la prohibición de torear sobreros en una corrida y homologa como válido el antidopaje a la sangre caliente del toro muerto. La degradación y la insensibilidad taurina también pueden ser organizativa y verbal. Dámaso González se merecía un homenaje con mejores artes. Antes que por su figura, a priori ya puede asegurarse que el festival taurino de esta tarde en Inca será recordado por las polémicas y controversias que suscita. Así las cosas, el toro sobrero no atiende a su nombre, es el animal arrojadizo entre taurinos y antitaurinos. Nadie cortará la oreja del buen hacer.