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Consuelo necesario para reparar ánimos

Hay un doble denominador común que enlaza el comunicado institucional del ayuntamiento de Sant Llorenç con la homilía del obispo Taltavull. Es el de la memoria y respeto a las trece víctimas de la torrentada, el aliento a sus allegados y el agradecimiento, con toques todavía de sorpresa y admiración, al contingente humano que se aproximó al enorme barrizal para ayudar en lo que pudiera y fuera necesario.

Fue una efemérides agridulce, serena, discreta, resignada y sobre todo, necesaria. Imprescindible porque las desgracias necesitan la reparación y el tránsito del consuelo. Y si el infortunio ha sido colectivo, los signos, los gestos, deben ser públicos. Es el bálsamo de la cohesión social a la que también aludía el obispo de Mallorca en su homilía, una familiaridad vecinal que logra un cierto parapeto frente al "dolor imposible de superar" que reconoce el comunicado municipal.

Flores, pilones y globos blancos que perpetúan la identidad de quienes se llevaron la peor suerte de la torrentada, pero que también obligan a domesticar el agua salvaje para que, a su paso natural por Sant Llorenç, sea educada.

Esta es la misión que tienen ahora encomendada los gestores públicos que anoche se dejaron ver en la plaza y la iglesia llorencina. La alta afluencia y comportamiento político casi anegó el sentido institucional de las autoridades presentes. Pablo Casado ha entendido que un acto como el de ayer es aprovechable como trampolín de moderación electoral.

"Ahora comienza la tarea más importante", decía el alcalde Mateu Puigrós. Se refería a la reordenación de los recursos y conducciones hídricas de Sant Llorenç y reclamaba la implicación de organismos supramunicipales. Pero existe el peligro de que las autoridades se conformen con su presencia de ayer. Eso sería otra torrentada.

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