Habrá que preguntarse por qué algunos clubs náuticos son amarre de conflicto en vez de calado de soluciones y buen puerto de confluencias. La bahía de Alcúdia refleja esta realidad. Mientras el ayuntamiento de Alcúdia entra en disputa con la Autoridad Portuaria y desautoriza la dotación hotelera emprendida en el club del Port, en Can Picafort es el órgano gestor de puertos el que paraliza cautelarmente el dragado del club náutico, después de que el técnico medioambiental de Santa Margalida y el Seprona dieran la voz de alarma por contaminación en la playa.
En ambos casos se ha actuado cuando los hechos, por lo menos en parte, ya están consumados y con la parte denunciada negando las acusaciones que se les imputan. Queda claro que es un naufragio de la gestión en forma de autorización y control preventivo y eficaz. Habrá que aprender, por tanto, a trazar una mejor hoja de navegación en estos casos y evitar las correcciones de obras indebidas por alterar la planificación urbanística del municipio o, directamente, dañar el medio natural. Evidentemente, estas anomalías no son compatibles con el buen funcionamiento de un club náutico.
