La próxima demolición del teatro Alcázar de Sóller vendrá a certificar la desaparición de la sala más emblemática que jamás tuvo el municipio, la última que bajó su telón, el paradigma de los cines y teatros que tuvo en activo a lo largo del siglo XX.

El final del Alcázar desempolva de la memoria colectiva aquellas tardes de sesión continua en las que generaciones de sollerics acudían al cine como principal fuente de ocio y entretenimiento para alejarse de las rutinas de su día a día. Fue una época dorada para el cine en Sóller en la que cada semana cientos de espectadores llenaban los patios de butacas de aquellas desaparecidas salas para seguir los estrenos del momento, unas cintas que antes se sometían a los rigores de la censura franquista y a los tijeretazos para acortar su tiempo de duración.

El éxito del cine en Sóller puede asociarse a múltiples factores. La falta de alternativas de ocio, el ancestral aislamiento con el resto de la isla, la gran presencia de soldados de la Marina o la proliferación de numerosas entidades asociativas, culturales y recreativas propiciaron un gran desarrollo cultural en el municipio. Tanto que a lo largo del siglo pasado tuvo su reflejo en la creación de hasta 17 espacios donde se proyectaron películas o se representaron innumerables obras de teatro, conciertos, zarzuelas, espectáculos de magia o circo.

Pocos vestigios

De aquel pasado tan efervescente desde el punto de vista cultural, hoy tan solo quedan unos pocos espacios y vestigios, algunos de los cuales condenados a desaparecer para borrar un pasado que evoca tardes de cine que jamás regresarán.

Dando un paseo por el centro de Sóller se pueden contemplar las ruinas del condenado Alcázar; su hermano pequeño, el Fantasio, que tiene un futuro incierto; el teatro parroquial Victoria o el Defensora Sollerense, el único de las grandes salas que por ahora se salva al encontrarse en fase de restauración. De todos los demás apenas quedan vestigios visibles y sólo los recuerdos de los más mayores dan testimonio de su efímera existencia cuya huella ha sido borrada por el paso del tiempo.

La irrupción del cine en Sóller propició que a principios del siglo XX se crearan pequeñas salas de exhibición cinematográfica, incluso cines al aire libre para las noches de verano. De todos ellos no queda ni uno solo. Pequeños cines como el de Cal Bisbe, Unión, Recreativo o el Variedades, por citar unos pocos, fueron el embrión de lo que a partir de los años 20 y 30 daría paso a unas salas de proyección mucho más grandes y modernas y con las comodidades acordes a la época como lo fueron el Alcázar, el Fantasio, el Victoria o el Defensora.

Como detalle solo destacar que el Alcázar dispuso de hasta 1.100 localidades en su platea y tribuna que durante años llenó de público semana tras semana. Incluso la base naval llegó a contar con su propia sala de proyecciones para el entretenimiento de sus soldados que hacían ahí la "mili" obligatoria.

El historiador Antoni Quetglas apunta que varios factores incidieron en la desaparición del cine en Sóller. Entre ellos destaca la mala situación económica, la subida de los precios de taquilla, la influencia del vídeo y la televisión o la aparición de otras alternativas de ocio para los jóvenes de la época.

Los factores descritos por Quetglas propiciaron que las salas de cine perdieran la batalla con el público y bajaran el telón definitivamente, algo que se hizo más patente durante los años 70. El cine Fantasio cerró definitivamente en 1983 y el Alcázar aguantó hasta 1996. Sóller se quedó huérfano de cines.

Fue el último eslabón de una decadencia más que anunciada que arrastró del éxito hasta la muerte la industria de proyección de películas, un fenómeno que se repitió en otros tantos municipios de la isla.

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