"Yo elegí Bunyola como hogar porque nunca había visto nada más pintoresco. Hasta Capri y Sorrento palidecen a su lado. Las montañas y los colores de Bunyola son absolutamente encantadores y no se pueden comparar a nada de lo que he visto, y yo he visto medio mundo". Estas palabras de Jacques Koslowsky (Pakuonis, Lituania, 1904 -Palma, 1993) resuenan más de un cuarto de siglo después de su muerte y años después de que la que fuera su casa en Bunyola quedase en la más absoluta ruina. El pintor lituano pasó sus últimos años en la Llar d'Ancians del Consell. Tras su muerte y sin herederos conocidos, su vivienda y sus bienes permanecieron en un vacío legal que justo ahora empieza a encaminarse hacia una solución.

La casa, situada en la calle del Sol y desde cuya ventana pintó decenas de cuadros del pueblo, pasó el año pasado, transcurridos 25 años de su muerte, a ser propiedad del Estado, que la puso en subasta pública. En el último pleno municipal, el consistorio aprobó pedir la cesión de la vivienda en ruinas, que también cuenta con varias marjades en la parte posterior, con el objetivo de habilitarla como una nueva plaza pública que se dedicará al pintor. Bunyola quiere cerrar de esta manera un largo proceso abierto hace años por iniciativa ciudadana -especialmente gracias al trabajo de la asociación J. Koslowsky- para rendir tributo al que ha sido su pintor por antonomasia, el hombre que con sus paisajes, sus gatos y sus bodegones convirtió al pueblo en arte.

Se cerrará también de esta manera el debate sobre qué debería hacerse con la vivienda en ruinas del pintor. Muchos abogaban desde hace años para que se convirtiera en una casa museo, un proyecto hoy inasumible para el Ayuntamiento ­-aunque también fue el deseo del artista- por lo que ha optado por convertir el solar en un nuevo espacio público dedicado a su memoria. Ahora, el consistorio deberá presentar el proyecto para que pueda ser una realidad.

En los últimos años se habían localizado algunos de los herederos del pintor, sobrinos residentes en Francia, Estados Unidos e Israel. Los que aparecieron, renunciaron a la parte de la herencia que les correspondía. Y es que la historia familiar de Jacques Koslowsky corre paralela a los trágicos sucesos del siglo XX. Nacido en un pequeño pueblo de Lituania en el seno de una familia de origen judío, vivió la independencia de su país (1918-1940), hasta que Stalin lo anexionó de nuevo a la URSS. En 1990, tres años antes de su muerte, Lituania volvió a proclamarse independiente.

Los viajes alrededor del mundo, voluntarios o forzados, marcaron también su vida. En 1924 viajó por primera vez a Italia y estudió en Florencia, después pasó por Tel Aviv en búsqueda de sus raíces, hasta que se trasladó a París. En 1927 expuso dos cuadros en el Salón de Otoño de la capital francesa, entre otros espacios. En esta misma época tuvo su estudio en Montparnasse y allí conoció a algunos de los grandes pintores de la época: Matisse, Soutine€ Tras la invasión nazi de Francia, tuvo que huir a Estados Unidos. Lo hizo cruzando los Pirineos con destino a Portugal, desde donde viajó a Nueva York. En 1947 volvería a París, con la nacionalidad estadounidense en el bolsillo.

"Esto no está lejos del Paraíso"

Fue en 1964 cuando descubrió Mallorca. Al principio venía varias veces al año para pintar, en invierno y primavera, hasta que en 1969 decidió instalarse en la isla. Residió unos meses en Deià, hasta que en 1970 compró la casa de Bunyola, donde residió varias décadas y creó la mayoría de sus cuadros. "Bunyola es un lugar maravilloso para pintar [...] porque aquí el sol da vida a todo. Como aquel artista inglés tan importante, Turner, que una vez dijo: 'Para el artista, el sol es Dios'. Y aquí hay sol en abundancia. Normalmente un artista camina muchos de kilómetros hasta que encuentra el objeto que está buscando. En Bunyola hay muchos por todas partes. Te das cuenta así que bajas del tren. Y un día, en el camino de Orient, donde había ido para conocer y amar, pensé: esto no está lejos del Paraíso", afirma en sus memorias inéditas.

En 1981 el Ayuntamiento le compró por 100.000 pesetas el gran cuadro Intérieur, que hoy preside la sala de plenos, y años después de su muerte, antes de que la ruina de la que fuera su casa destrozara las pocas pertenencias que quedaban, las recogió y las guarda en depósito.

La memoria de Jacques Koslowsky, del que se dice que todo bunyolí quiere un cuadro, permanece más viva que nunca en el pueblo. La asociación que lleva su nombre organiza numerosos actos culturales durante el año y en 2004 el consistorio declaró el Any Koslowsky para conmemorar el centenario de su nacimiento. Ahora, la que fue su casa, desde donde pintó muchos de sus cuadros, se convertirá en un nuevo espacio público.