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Lletra menuda

La profanación del respeto

Algunas estructuras y cimientos básicos del comportamiento humano y la convivencia social han quedado resquebrajados. Por desgracia, hechos como los que se cuentan en esta página no son nuevos ni una problemática puntual o exclusiva de Son Servera, si bien parece evidente que la reincidencia y expansión de incivismo a la sombra del campanario, en esta última población, no pueden dilatar ya por más tiempo la intervención de las autoridades para asegurar el respecto a las personas, las creencias y los bienes públicos.

Es como si los jardines que rodean las iglesias, los sagrats y las paredes de los templos se hubieran convertido en espacio de nadie en el que cualquiera pueda hacer lo que le viene en gana. Antes eran, en la práctica y uso, lugares de culto casi equiparables al interior del templo, pero hoy los quintos pueden hacer en ellos lo que les plazca, incluido su destrozo y los ayuntamientos, antes que exigirles reparación o imponerles sanción, les reirán la gracia, no sea que el voto se resintiera de la exigencia de civismo. Por este mismo proceso los aledaños de las iglesias se llenan de botellones y de excrementos de perros.

Dentro de esta degradación, Son Servera plasma una de las profanaciones más incomprensibles de la falta de respeto. Niños y adolescentes juegan a la pelota y se introducen con ella en la iglesia incluso durante la misa. Son pelotazos contra el culto y lesiones directas a los fieles.

Antes, si pasaban estas cosas, el castigo familiar estaba asegurado, pero hoy, los padres reprenden a quienes se atreven a apelar a la tolerancia y el civismo. La falta de formación religiosa o la incredulidad no autorizan la profanación del respeto y el patrimonio de todos.

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