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Lletra menuda

Litoral con explotación creciente

Una isla con alta presión demográfica y dócil en cuanto a negocios y entretenimientos turísticos, acaba asfixiándose sobre su propio perímetro costero. Es lo que le está ocurriendo, ya casi de modo crónico, a Mallorca.

En Palma desembarcan las ciudades flotantes de los cruceros, los aviones llegan y se alzan en fila desde el aeropuerto y ahora surge una nueva polémica con la versión marítima de la navegación aérea. Son las consecuencias de tener siempre las puertas abiertas de par en par.

Cuarenta hidroaviones civiles al año, con un tope máximo de quince al mes, podrán amerizar en Port de Pollença sin sobrevolar zonas pobladas. Junts Avançam ha lanzado la voz de alarma por impacto ambiental, el equipo de gobierno municipal lo ve con buenos ojos y la Fundació Aeronàutica Mallorquina lo dibuja casi de manera bucólica, sin ánimo de lucro, pero con perspectiva de pilotos y tripulantes con capacidad de gasto y negocio. Cuando uno no se ha planteado qué quiere, cómo lograrlo y hasta dónde está dispuesto a llegar, ocurren estás cosas. Es la anarquía de la falta de visión de conjunto y el valor económico dominante.

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