Acostumbrados y convencidos de que en verano, en Mallorca el color azul solo puede corresponderse con el nítido cielo y el agua del Mediterráneo, el fluido sorpresa de Montuïri, con una tonalidad mucho más intensa, no deja de ser un sobresalto. Y un brote de preocupación justificada. Sobre todo por la forma en que se han administrado las consecuencias del vertido y la insuficiente y en algunos momentos contradictoria información aportada.
Primero se asegura que no pasa nada relevante, después se exige a la antigua espumadora que retire el agua contaminada y los bidones de poliol, lo cual no hace y Ayuntamiento y Medio Ambiente se ven obligados a hacerlo de forma subsidiaria con unos modos y técnicas que los vecinos consideran apresuradas. Por eso están molestos. Saben o sospechan que el agua puede volver a fluir y por tanto no está garantizada la limpieza. El alcantarillado de Montuïri no pudo soportar la intensidad del vertido y las administraciones se han atascado con el asunto. Mal presagio.
Ahora Medio Ambiente analizará el agua retirada ayer. Sea cual sea el resultado, no quedará más remedio que divulgarlo en su integridad y con claridad. Los vecinos tienen pleno derecho a saber qué ha pasado y, si las hay, conocer las consecuencias reales del incidente.
Ya aprendimos algo de ello con la descontaminación del suelo de Majorica en Manacor, pero ahora, con el vistoso y nada reconfortante vertido de poliol en Montuïri, adquirimos mayor conciencia de los peligros a los que permanecemos expuestos. No están solo en el aire o la superficie. También en el subsuelo. Y el Consell suma tóxicos sobre el asfalto entre Campos y Llucmajor. Mallorca pronto necesitará mascarilla.
