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Nuevas prácticas de administrar el agua

La necesidad obliga a recuperar la sensatez y el sentido común. O se impone a modo de venganza y reparación frente a los abusos cometidos.

Hace unos días era Deià el municipio que se veía obligado a hacer equilibrios en forma de restricciones para administrar el agua. Hoy se suman a la operación todos los núcleos urbanos del municipio de Selva y el de Mancor de la Vall. La Serra de Tramuntana se agrieta de sed y a sus habitantes no les quedará más remedio que tenerlo en cuenta.

La ONU dijo ayer que para afrontar con seriedad el cambio climático palpable no basta con medidas medioambientales generalistas. Hay que comer mejor, prescindir de la carne y decantarse por los vegetales. En Mallorca sabemos ya que también se ha hecho imprescindible beber mejor, lo cual significa usar el agua para lo necesario, el alimento y la higiene y después, si llueve, ya se verá en su momento.

En esta línea hay que inscribir las decisiones que han tomado las autoridades municipales de Selva. Cierran el grifo de la red pública para fora vila porque el bajo caudal de los pozos del las comunas de Caimari y Biniamar lo impone.

La deducción es lógica. En la zona rural hay muchas más posibilidades de destinar el agua a regadío y piscinas. El coste de ello, cuando impera la escasez, no puede ser mermar el suministro elemental. El agua, en cuanto a disposición, se ha vuelto muy cara como bien de recreo y ornamentación estival.

La situación actual no es consecuencia solo de la sequía, el cambio climático o los ciclos mediterráneos. Es fruto también de la falta de mantenimiento de las redes públicas, de las pérdidas que padecen y de la falta de previsión y control o la excesiva permisividad en la construcción rural.

Lo que está pasando este verano en Deià, Selva y Mancor de la Vall ocurrirá cada vez con mayor frecuencia en los sitios más dispares de la Mallorca exprimida y ocupada. Volveremos la mirada al agua. Su escasez creciente obligará a ello. También a no malgastarla.

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