Una pregunta que se habrá hecho seguramente todo residente en Mallorca en medio de un atasco veraniego en la Vía de Cintura o en la cola formada por una masa humana sudorosa en un chiringuito de playa es la siguiente:

Por sorprendente que parezca, en estos tiempos en que por saturarse se satura hasta la ITV ( Inspección Técnica de Vehículos), la respuesta es un sí.

Sí es posible, pese a que al mallorquín le cueste encontrar en estos meses huecos por algún lado. Lo ve todo abigarrado. Mira hacia un lado, y ve calas saturadas, en las que es imposible aparcar el coche (y la toalla). Mira hacia otro lado, y ve un centro de Palma o de Sóller tomados por seres rubicundos ansiosos de helado, monumentos históricos y playas. Y mira hacia arriba, y ve aviones aterrizando con una periodicidad frenética.

Muchos residentes sufren, por tanto, de saturación, y este verano ya ha habido varios ejemplos de los que se ha hecho eco este diario. Es Caló des Moro (Santanyí), proyectada al mundo hace unos años gracias a un anuncio de cervezas, presenta estos días estampas propias de una playa de Benidorm.

Y otro ejemplo reciente: Portals Vells (Calvià), donde un catamarán turístico tenía que sortear -sirenazos mediante- decenas de embarcaciones un catamarán turístico tenía que sortear -sirenazos mediante- decenas de embarcaciones para poder desembarcar al pasaje, en una estampa de congestión marítima.

Turismo interior

Dicho esto, aún hay esperanza para el mallorquín alérgico a las multitudes , y deseoso de no compartir su espacio vital con centenares de desconocidos. La isla alberga rincones con encanto donde estar solo (o prácticamente solo) sin verse obligado a disputarse el dominio de una baldosa de terreno.

La huida de la masificación puede ser interior, no tanto en el sentido de emprender un camino de introspección personal (aunque también sería una opción), sino en el sentido de escaparse de la costa hacia municipios interiores. Municipios que, todo hay que decirlo, tampoco se escapan a las afluencias masivas. Y ahí está el ejemplo de Maria de la Salut, donde los vecinos cuentan que se las ven y se las desean para encontrar una mesa libre por la noche en los bares de la plaza.

Pero, pese a estos casos, hay rincones con encanto en fora vila para disfrutar de la soledad veraniega. Una opción sería Biniagual, en la zona sur agrícola de Binissalem, un sitio en que pasear al caer la tarde para deleitarse con la historia de un lugar cuyas raíces beben de la tradición payesa de la isla. El entorno bucólico lo acaban de completar sus calles empedradas, sus jardines y su fuente, sin olvidar la capilla y su santo. Sin abandonar el interior de Mallorca, más allá de las casas con piscina que se publicitan en Airbnb, se pueden encontrar otros oasis de paz y sombra fresca. Ahí están los casos de la Ermita de Bonany ( Petra) y el Santuari de Monti-sion ( Porreres). Además de las vistas, cuentan con zonas recreativas donde poder dar buena cuenta de un picnic, además de disponer de una cisterna con agua fresca para los visitantes. Son lugares de recogimiento, pero también de acción, ya que son ideales para rutas ciclistas y senderistas.

¿Costa deshabitada?

Llegados a este punto, algún observador crítico podría objetar que lo de encontrar sitios bucólicos de interior está bien, pero que lo que de verdad resulta complicado en Mallorca es hallar un hueco en una costa sobreexplotada durante los meses de verano.

Evidentemente, en este caso, la búsqueda se complica, aunque incluso en la costa del Ponent de la isla -tapizada de edificios, hoteles, casas y grúas en los lugares más insospechados- se abren pequeñas ventanas naturales poco frecuentadas.

En Andratx, por ejemplo, el cemento da un respiro en puntos como Cala Cranc, en el núcleo turístico de Camp de Mar. Junto con Cala Blanca, uno de los pocos lugares costeros que aún permanecen libres de cemento. Para acceder a Cala Cranc, hay que hacerlo por el cauce de un torrente; un itinerario que hace unos años señalizó el Ayuntamiento.

De la misma forma, en Calvià, todavía hay pequeñas calas sin jet skies, sin velomares, sin tumbonas, sin chiringuitos, sin puestos de masaje.

Ahí está Cala Figuera, relativamente cercana a Portals Vells, cuya congestión marítima saltaba a la escena mediática recientemente por las dificultades de un catamarán para hacerse paso entre tanta acumulación de embarcaciones. Para llegar hasta esta cala, hay que andar algo más de dos kilómetros y es un itinerario que a veces hacen excursionistas que transitan en la ruta desde Portals Vells hasta El Toro.

Entre El Toro y Santa Ponça, también hay una zona de calas a la altura del mirador de ses Malgrats, si bien el acceso se clausuró hace años por un accidente mortal al desprenderse una roca.

Serra de Tramuntana

La imponente costa de la Serra de Tramuntana ofrece asimismo pequeños rincones de ensueño no reservados sólo para los que van en barcos: ses Puntes, ses Cambres, Alconàsser ( Sóller) y sa Costera ( Escorca). Son sitios a los que, normalmente, la gente va por el mar, aunque también se puede acceder por tierra, si bien resulta dificultoso.

Otra opción son los arenales del Parc Natural de Llevant, como s'Arenalet d'Aubarca. El hecho de que los refugios sigan aún cerrados por los destrozos causados por la torrentada del 9 de octubre contribuye este año a que sea una zona aún menos frecuentada que en anteriores temporadas.

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