Destacar, diferenciarse de los demás, comporta aliarse con la creatividad, disponer de medios para ello -o saber buscarlos- y no temer al riesgo. Si se cumplen estas premisas es posible acabar ofreciendo un resultado singular sustentado sobre la calidad. Son principios que parecen tener claros los impulsores de los pequeños hoteles, ahora tan en boga, en villas y pueblos de Mallorca.
En Sant Llorenç presentan uno de los proyectos más llamativos en este sentido, anunciando un juego de equilibrios, entre pasado y presente, que pondrá a prueba la profesionalidad y el buen gusto de sus responsables. Can Pocoví, uno de los casales de mayor carácter del pueblo, se reconvierte en hotel pretendiendo, al tiempo, salvar hasta el esmalte de sus paredes y levantar una piscina a modo de voladizo.
Recursos no faltan, tradición y modernidad, Mallorca interior y proximidad costera, singularidad en la isla en la que todo está inventado y posibilidad de sortear la masificación. El turismo de esta tierra hallará su mejor camino de futuro si es capaz de consolidar ofertas exclusivas como la que se avecina en Can Pocoví de Sant Llorenç.
