Hay camposantos evocadores, pintorescos, históricos o famosos por sus difuntos inquilinos. Algunos incluso aparecen en guías turísticas. Y pese a que Mallorca no se distingue especialmente por ellos, ahora el de Felanitx ha quedado finalista en la VI edición del concurso que organiza la revista estatal especializada Adiós Cultural, todo un hito a nivel insular.

Participan en total 46 candidaturas de once comunidades autónomas, que optan a ganar un galardón que reconoce el trabajo de rehabilitación, educación y sensibilización que se lleva a cabo por parte de los ayuntamientos.

Las votaciones comenzaron el 17 de julio y se podrán realizar hasta el 30 de septiembre a través de www.revistaadios.es/concurso-cementerios2019.html. El cementerio felanitxer opta a tres candidaturas: mejor cementerio, mejor monumento y mejor historia documentada.

La historia del cementerio "rural" de Felanitx, que es como entonces se le llamaba en los libros oficiales y papeles escritos, comienza en mayo de 1822, cuando se terminan de construir las cuatro paredes de cierre, el portal principal (actual puerta antigua) y la capilla con dos piezas, una para el sepulturero y otra para colocar los cadáveres en depósito.

En un primitivo reglamento se indicaba que "se harán las zanjas en línea recta, ocupando el menor terreno posible, y serán enterrados los muertos uno tras otro sin reparar en estado, sexo ni edades, so pena de 50 libras al sepulturero". Uno de los días negros para el cementerio fue el 31 de marzo de 1844, cuando la desgraciada caída de la timba (antiguo terraplén o muro junto a la iglesia), el fatídico Domingo de Ramos conllevó el fallecimiento de 414 personas.

En 1883 se destina una parcela para dar decorosa sepultura a las personas que mueran fuera de la fe católica y se construye el cementerio civil, concluido en 1907. La siguiente ampliación se comienza en 1893 detrás de la capilla antigua; las obras finalizan en 1905. En 1930 se construye la nueva entrada modernista y las dependencias adjuntas, bendecidas por el obispo Miralles.

En 1969, con la llegada de los Hermanos Fossores de la Misericordia se hace gran dignificación de los enterramientos y de todas las dependencias, tumbas y jardines. Los religiosos dejaron de cuidarlo y residir en él en 1999.

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