Por lo general se tiene la impresión de que la playa es universal, que en ella no hay restricción y sí cabida para quien quiera disfrutar de ella al único precio de la masificación. El relax y la desinhibición del ocio playero invitan a pesar de esta forma que no responde en absoluto a la realidad.
El litoral es engañoso. Impide ver y adquirir conciencia por igual de las profundidades del mar y de las carencias de la tierra. Dado que desde la playa todo parece bonito y distante, olvidamos, sin ir más lejos, que quienes están sujetos a alguna disfunción motriz o visual tienen multiplicadas la dificultades para acceder a ella.
El ayuntamiento de Alcúdia, en una loable iniciativa, dota a una de las playas del municipio con un itinerario y medios adaptados para personas con algún tipo de discapacidad. Ellas también tienen derecho al baño. Es más, nos atreveríamos a decir que si debe haber algún tipo de preferencias, deberán ser para quienes necesitan soporte asistencial. Por eso no está de sobra la reivindicación de la presidenta territorial de la ONCE cuando dice que en el mar debería haber un espacio acotado para discapacitados.
La iniciativa consolidada en Alcúdia se convierte en excepcional y en una buena noticia, prueba de que las playas son adaptables para todos, pero también evidencia de que todavía queda mucho por realizar.
Los residentes de cualquier condición tienen derecho al baño playero, también los turistas. Incluso un litoral con puntos suficientes bien adaptados acabará siendo un nuevo atractivo turístico. Por todo ello, la dotación presentada ayer en Alcúdia debe ser solo un primer paso, un impulso, un ejemplo a seguir de forma proporcional en toda la costa mallorquina.
