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Poco margen para una situación comprometida

Búger lo tiene difícil. Ha caído en el infortunio de tener unos políticos que le complican la vida en vez de solucionársela, que para eso están en teoría, pero solo en teoría. Los residentes en el municipio tienen, ahora mismo, pocas perspectivas de disponer con normalidad de un Ayuntamiento capaz de alcanzar acuerdos solventes y pagar las deudas. Ellos, los vecinos, acarrearán con las consecuencias.

El alcalde de Més gobierna por accidente provocado a conciencia por el PP y se da la espalda con quien debería ser su socio natural, el PSOE. Los ediles de su candidatura se le van por agobio o apetencia de cargo superior. Además, no se ha aprobado el presupuesto de 2019 y ha aflorado una herencia de 20.000 euros, un 2% del presupuesto, en forma de facturas pendientes de pago para unas arcas municipales que no disponen de liquidez. Hay un suplemento más: buena parte de estas facturas pendientes corresponden a celebraciones de las fiestas patronales. El consistorio actual carga con la resaca de los excesos de su antecesor. La gente sensata, los ayuntamientos también, en el supuesto de que los haya, montan sus farándulas en la medida de sus posibilidades. No ha sido el caso de Búger.

En estas condiciones, la vara endosada a Josep Lluís Pons es más bien un yugo, mucho más cuando no hay perspectiva ni intención de pacto en ninguna dirección. El Ayuntamiento entra en fase de estricta supervivencia elemental. Hoy haremos lo que podamos y mañana ya veremos. Seguro que la intención de los vecinos, al ir a votar, no era estancarse dentro de un panorama tan restrictivo.

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