En el inicio del boom turísticoboom, ellos ya estaban ahí y así han seguido hasta la fecha, aunque con cambios y siempre en el punto de mira de las autoridades. Esta semana, los conocidos como tiqueteros han vuelto al primer plano de la escena mediática, después de que este diario difundiese una pelea organizada por relaciones públicas de Magaluf en un terreno rústico de la zona.

Éste ha sido solo el último capítulo de una larga historia vinculada a los destinos turísticos de Calvià, especialmente de Magaluf. En la isla de blanco y negro de finales del franquismo, los repartidores de publicidad en mano -los conocidos como tiqueteros- ya eran una estampa habitual en las playas y en los locales de ocio. Anunciaban fiestas, menús de restaurantes, actividades acuáticas.

De forma paralela al crecimiento de la industria turística y a la progresiva popularización del destino y de la oferta asociada, estos relaciones públicas que trabajaban a pie de calle crecieron en número y la administración se vio en la necesidad de regular ese tipo de comercialización, conocida como "publicidad dinámica".

Así se hizo por ejemplo en tiempos de la alcaldesa socialista Margarita Nájera, cuando la administración municipal obligó a que los tiqueteros llevasen un chaleco amarillo reflectante para estar debidamente identificados.

Fuente de quejas

Un punto de inflexión en la política municipal hacia este colectivo de trabajadores llegó con el Ayuntamiento presidido por el alcalde Carlos Delgado (PP). Al hacerse con la vara de mando, cumplió con su promesa electoral de prohibir los tiqueteros.

El argumento que se dio entonces era que causaban mala imagen al atosigar a los turistas, además de ser una fuente de conflictos entre los propios empresarios.

La publicidad dinámica quedaba desterrada del municipio, con la amenaza de duras sanciones (de hasta 30.000 euros y el cierre cautelar del local en caso de reiterado incumplimiento).

La restricción no solucionó el problema. El sector del ocio inició una guerra de recursos judiciales contra unas multas que consideraba desorbitantes, y una sentencia llegó a determinar que el alcalde carecía de competencias para ordenar la clausura provisional de un establecimiento por usar reiteradamente tiqueteros.

Además, pese a la prohibición, los relaciones públicas seguían ejerciendo en la calle, de forma ilegal. Con la entrada de otro equipo de gobierno en la legislatura 2011-2015, en este caso dirigido por el alcalde Manu Onieva (PP), se volvió a dar un giro a la política municipal. Los relaciones públicas fueron autorizados de nuevo a cambio de una tasa que debían pagar los locales de ocio. En un principio, entre 30 y 50 euros por empleado, aunque después se rebajaron tras las críticas de los empresarios, que creían que era una cifra excesiva.

Zonas y horarios

A grandes rasgos, ése es el sistema que se mantiene hoy en día. Los locales pagan por tener agentes publicitarios, que deben ir con una tarjeta identificativa. Además, el Ayuntamiento determina las zonas y el horario en que pueden ejercer su actividad.

En todo caso, cada verano, proliferan también los tiqueteros piratatiqueteros, fuera de la regulación, que se dedican sobre todo a la venta de entradas para party boats -prohibidas en Magaluf- o excursiones alcohólicas, según denuncian empresarios de la zona.